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viernes, 29 de agosto de 2014

El secuestro de Michel Houellebecq

7/10
L'enlèvement de Michel Houellebecq (Francia, 2014).
Dirección y guiónGuillaume Nicloux.
Intérpretes: Michel Houellebecq, Mathieu Nicourt, Maxime Lefrançois, Françoise Lebrun, Luc Schwarz.
Fotografía: Christophe Offenstein.
MontajeGuy Lecorne.
Idioma: Francés.
Duración: 96 minutos.



La ficción más real

Por Sofia Pérez Delgado
(La película del día)


En 2013, Guillaume Nicloux dio un giro en su filmografía, compuesta sobre todo por thrillers de intriga policiacos, con La religiosa, nueva adaptación de la novela de Denis Diderot. El director vuelve ahora a cambiar de registro de forma radical, de un drama histórico a un falso documental cómico, en El secuestro de Michel Houellebecq, premiada en Tribeca. Del mismo modo que Diderot utilizaba en su libro (al cual Nicloux hace un guiño en su último trabajo) un personaje de ficción para hablar de un caso real, el realizador recrea un hecho imaginario a través de un personaje existente. El polémico escritor Michel Houellebecq (autor de, entre otras, Las partículas elementales), que ya había colaborado con Nicloux con una pequeña participación en el telefilm L'affaire Gordji, histoire d'une cohabitation (2012), se interpreta a sí mismo en una película imposible de entender sin su contexto.
En plena gira de presentación de su novela El mapa y el territorio en Septiembre de 2011, Houellebecq desapareció sin rastro durante días, lo cual dio lugar a todo tipo de especulaciones, desde un secuestro perpetrado por Al-Qaeda (sus fuertes declaraciones sobre el Islam le habían puesto en el punto de mira) hasta su muerte. Nicloux y Houellebecq llevan a la pantalla una de esas numerosas suposiciones, de las más paródicas y surrealistas posibles. El escritor es secuestrado, sí, pero ni mucho menos por una organización terrorista, sino por una variopinta cuadrilla formada por un encantador matrimonio polaco, su hijo, un gitano y un culturista. ¿Por qué le secuestran? Quién sabe. Aquí lo importante es el acto del rapto en sí, lo que sucedió esos días, no los motivos ni las conclusiones.

Nicloux, como si se tratase de un secuestrador más, lleva la ficción a los límites del documental (si es que esos límites aún existen), introduciendo la cámara en la casa donde Houellebecq permanece retenido, y haciendo pasar por auténticos los episodios que tienen lugar en cada momento. Y es que algunas situaciones son tan absurdas que solo pueden ser reales. La película es un Síndrome de Estocolmo casi a la inversa, ya que Houellebecq termina por cogerles cierto cariño a sus captores, pero serán ellos los que, aun desquiciados por sus excentricidades, acabarán aprendiendo e incluso disfrutando con él. Ellos le tienen retenido físicamente, pero él les retiene a ellos intelectualmente. Y no pierde ocasión de demostrarlo.

Es aquí donde entra en juego la peculiar personalidad del escritor, que ha hecho de sí mismo un personaje, siendo esta película la culminación de esa transformación. Visiblemente deteriorado en todos los sentidos, se ríe de él y de sus adicciones al tabaco y al alcohol, y resulta imposible saber dónde empieza y acaba el auténtico Houellebecq. Un ejercicio de exhibicionismo extremo, que complementa al retrato suyo que realizó en El mapa y el territorio, rodeado de un magnífico elenco de secundarios que parecen pasárselo en grande con sus rarezas.


Al final, El secuestro de Michel Houellebecq no aclara en absoluto la realidad de lo que le ocurrió en esos días en los que el escritor desapareció del mundo. Todo apunta a que los pasó tranquilamente en su casa en Almería. Una conclusión menos emocionante, y, por ende, mucho más sencilla de lo esperado. Pero a la gente le gusta pensar y vivir como en una novela. Y de eso se ríe Nicloux en la película: en ocasiones, la ficción supera, mejora y hace más divertida la realidad. 



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