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jueves, 7 de agosto de 2014

Begin Again

2/10
Begin Again (USA, 2014).
Dirección y guión: John Carney.
Intérpretes: Keira Knightley, Mark Ruffalo, Adam Levine, Hailee Steinfeld, Catherine Keener.
Música original: Gregg Alexander.
Fotografía: Yaron Orbach.
Montaje: Andrew Marcus.
Idioma: Inglés.
Duración: 104 minutos.


Prefabricando lo auténtico


Hay dentro de Begin Again una potencial gran película que jamás termina de emerger. John Carney plantea interesantes reflexiones sobre el actual panorama musical. La reivindicación del artista frente a unos empresarios incapaces de adaptarse a las nuevas leyes del mercado. La reivindicación del low cost como fórmula de comunicación directa entre músico y público aporta un punto de vista, algo naif, pero fresco e interesante. Aunque su estructura narrativa -curiosamente entregada a los parámetros hollywoodienses- resta fuerza a ese espíritu combativo. Aún así, al film no le falta encanto. El problema es que traiciona su misma esencia, y ni siquiera la etiqueta de “producto amable” le hace justicia. La palabra adecuada para este trabajo sería “fraude”.

Empecemos con la interminable colección de estereotipos que pueblan la película. Un productor musical más pendiente de lo artístico que de lo musical, al que -obviamente- todo le va fatal. Alcoholizado, separado de su mujer, sin mucha relación con su hija y despedido de la empresa que él mismo creó. Tenemos a una ex-mujer, entre indie y amargada, interpretada -oh, sorpresa- por Catherine Keener. Por otro lado tenemos a un cantante que no lleva demasiado bien los cambios que conllevan la fama. Y acabamos con el personaje fundamental. Una artista con talento, bella y encantadora, a la que no le gusta la parafernalia que rodea al mundo de la música.

Un personaje interpretado por Keira Knightley, que efectivamente está arrebatadora. Pero la decisión de casting condiciona todo el proyecto. Ella es una actriz que canta para la ocasión. Todo lo contrario que ocurría en Once, en la que los dos protagonistas eran cantantes a los que entonces les tocó actuar. En aquella película al menos había coherencia. Si se hubiera optado por una verdadera compositora desconocida y con talento quizás las canciones hubieran tenido realmente ese sonido fresco que parecen buscar. Y no es que Knightley cante mal, pero no deja de ser una estrella que se esfuerza por parecer creíble como cantante.

Al hilo de todo esto, lo realmente grave es que en ningún momento nos creemos que esas canciones hayan sido grabadas en la calle. Parece que durante el rodaje se utilizó una técnica mixta que usaba sonidos pregrabados con otros grabados in situ. Sea como fuere, el resultado final suena mucho más artificial de lo que debería. Y resulta muy frustrante que se vaya defendiendo la autenticidad a través de lo artificioso. Ahí está el fraude de Begin Again. Sólo la química entre Ruffalo y Knigtley -y la relación que se establece entre ellos- consigue algún momento de verdadera magia.

Una última cosa que no se debe pasar por alto. A estas alturas resulta bastante rancio que venga cualquier película con sus dosis de moralina burda y evidente. Que el recorrido de reconciliación personal pase por cosas como el abandono de la bebida y el recatamiento a la hora de vestir, es digno de cualquier capítulo de Padres forzosos. Un símbolo de lo que es una película a la que se llena la boca de revolución, pero que no hace sino mantener los modelos imperantes.





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