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miércoles, 6 de agosto de 2014

Entrevista: Nerea Barros

"Prefiero ver una película en japonés sin subtítulos que doblada"



Xavier Bermúdez le dio su primera oportunidad con Nena (1997). En aquel momento solo era una adolescente que soñaba con ser actriz. A partir de entonces ha aparecido en todas las películas del director gallego, incluyendo esta El oro del tiempo, en la que comparte protagonismo con Ernesto Chao. Durante ocho años se dedicó principalmente al teatro, aunque su necesidad de ponerse delante de la cámara surge ahora con fuerza. Ha adquirido notoriedad gracias a sus trabajos en televisión, y en breve la veremos en una de las películas españolas más esperadas del año: La isla mínima. Ella es Nerea Barros (Santiago de Compostela, 1981), una actriz con los pies en el suelo.

Por Manuel Barrero Iglesias

-Me gustaría saber cómo preparaste tu personaje, del que no sabemos casi nada. Ya ha dicho Xavier que no te dio información de ningún tipo. ¿Preferirás que te la dieran o te gusta más buscarla por tu cuenta?
Lo que intento siempre es escuchar al director y ver lo que tiene en la cabeza. Xavier tiene un método determinado, no le gusta ensayar. Quiere que sea todo el aquí y ahora, siente que ahí está la espontaneidad. En este caso, como no me da nada, parto totalmente desde mí y desde el guión, que tiene mucho subtexto. Me basé en muchas experiencias mías…yo he cuidado a mi tío y a mi abuelo. En la película está esa capacidad de cuidar con cariño a alguien que no conoces, pero al que vas queriendo poco a poco. Corona realmente acaba sintiendo a Alfredo como su familia. Como un padre, un abuelo, o como el marido que le gustaría tener. Le encanta cómo funciona él a muchos niveles. A nivel profesional, le encanta ver a ese médico retirado con tanta sabiduría. Y a nivel personal, esa manera de disfrutar del tiempo y la naturaleza.
También empecé a correr, que lo odio, pero ahí estuve dos meses y medio corriendo todas las mañanas. El yoga lo conocía, pero no lo tenía como parte de mí, y también lo hice todos los días. Eso te hace entrar en ese personaje, porque te genera un estado de ánimo y una manera de estar. También estudié enfermería, y eso Xavier lo utilizó a favor. Esa carrera me ha dado mucho. Ves a las personas en su peor momento, cuidados intensivos es durísimo. Pero a la vez es maravilloso en otros aspectos, como cuando un transplante hepático sale adelante. Trabajo desde la empatía como actriz. Desde lo que tengo alrededor y transmitir a la gente por donde yo creo que transita el personaje, por donde vive. Cada emoción y cada sentimiento que le pueda salir a flor de piel. Me gustaría poder llegar ahí.

-¿Cómo ha sido el rodaje en la naturaleza? No sé qué relación has tenido con ella hasta el momento, y qué te aportó rodar en un entorno rural.
El lugar de rodaje quedaba a quince minutos de la casa de mis padres, que también está en las afueras, pero como a cinco minutos en coche del centro de Santiago. De pequeña he tenido el privilegio de estudiar en una ciudad -con las cosas positivas que eso tiene, que te abre mucho la mente-, pero a la vez vivir en el campo. Mi infancia ha sido subiéndome a los árboles, mojándome los pies en el río, llenándome de tierra hasta las orejas…un niño que se cría así es una persona determinada. Puedo vivir en la ciudad, pero sé donde tengo que ir cuando necesito una cosa determinada. Los deportes que hago son todos los estados del agua. Adoro el surf, el snow o el wakeboard. Todo lo que sea estar en contacto con la naturaleza me parece brutal.

-Tu primer papel fue siendo adolescente, precisamente con Xavier en Nena, ¿cómo llegaste allí?
Eso es una historia. Eso de que siempre quieres ser actriz. Tienes tu mundo interior, y haces cosas raras como mezclar ropa de hombre y mujer. Mis padres se reían muchísimo. Pero vete a saber qué personajes hacía. Lo único que sabía es que era súper libre. Nunca verbalicé que quería ser actriz, pero soñaba que alguien me iba a descubrir. Entonces, cuando estaba en 2º BUP Xavier acudió al instituto buscando una niña para Nena. Entró en mi clase, pero yo en ese momento estaba en otra. Imagínate, me tiré de los pelos. Bajé corriendo las escaleras y vi por detrás a Xavier. Iba pensando “soy yo, y no me ves”. Pero a la vez con miedo, siempre me he creído muy normalita, muy delgadita, muy poquita cosa. Ibas con ese miedo de que a lo mejor buscaba a alguien más guapa, más alta, con otra fuerza distinta a la mía. Me puse súper triste, sentía que eso lo había perdido. Entonces una amiga me llamó para decirme que había un casting en tal sitio. Pero me tenía que subir alguien y mi madre tenía mucho que hacer. Y mi hermano me dijo que me llevaba. Nunca me imaginaría que me lo dijera, porque me protegía mucho. Pero salió de él. Fuimos allí e hice un casting horroroso, el peor de mi vida. Solo tenía ganas de llorar de la vergüenza que tenía. Y al cabo de dos casting Xavier me reunió en una cafetería y me dijo que el papel era mío.

-Te escucho hablar y veo que tienes las cosas muy claras. Muchas veces en el mundo de la interpretación hay mucha frivolidad, pero lo tuyo parece muy vocacional.
Yo entiendo que a veces sea muy difícil estar tranquila. Hay muchos niños que empiezan muy jóvenes, y el ego es muy complicado. De repente te dicen que eres guapísimo, y todo el rato quieres estar guapísimo. El ser humano es muy complicado a nivel emocional. Pero yo tengo mucho camino recorrido, y me he centrado en recorrer ese camino con todas las consecuencias. Por la familia que tengo, por la vida que he tenido, porque sé de donde vengo y tengo los pies muy en la tierra. Esto lo hago para que la gente disfrute en sus butacas o en su casa. Entonces no puedes estar a distancia del suelo.

-La televisión te ha dado la fama, ¿pero que otras cosas te aporta? Muchos actores me han dicho que es como un entrenamiento muy duro.
Sí, hombre. ¿Sabes qué pasa? Cada serie funciona con un código diferente. Más o menos cómico, más o menos rápido... Entonces te tienes que adaptar a la manera de rodar y al equipo, que te nutre continuamente. Siempre pienso que lo que das, luego lo recibes. Ya sea bueno o malo. Para mí trabajar en televisión es ponerme al límite en cada momento. En un rodaje tienes más tiempo para recrearte en cada emoción, y aquí no pasa. Es intentar dar eso en el menor tiempo posible. Pero no quiere decir que sea peor porque vaya más rápido. Y me encanta, porque conoces a mucha gente de la profesión, y es maravilloso. Cada día es una investigación nueva en tu manera de trabajar.

-También participas en La isla mínima, ¿cómo estás viviendo haber rodado una película tan importante y la selección para San Sebastián?
Desde el momento en el que hice el casting. Eva y Yolanda Serrano apostaron por mí de primeras. Eso se lo agradezco en el alma, porque ven cosas dentro de la gente. El segundo fue Alberto y la productora Típica. Para mí ha sido un pastel, una lotería que te toca. Alberto te da toda su confianza desde el minuto uno. Te va guiando con sutileza y amor. Con una ternura y con un respeto brutal hacia los actores, pero consigue que demos el máximo. Yo de ese rodaje no me quería ir. Rodaba cuatro días, y me quedaba dos más. Observaba el rodaje porque me apetecía, porque estaba feliz. Y claro, ha salido un peliculón que es brutal. Es maravillosa en muchísimos aspectos.

-Volviendo a El oro del tiempo, me parece muy acertado que se haya rodado en gallego. Y me alegra mucho que no haya copias dobladas, porque lo odio.
Yo también, no puedo. Entiendo que hay una industria, que hay gente maravillosa y buenísima en eso. Pero coño, ver y escuchar la voz. Es que sientes por la voz también. Por muy bueno que sea el doblador, que los hay, no es lo mismo. Yo necesito sentir a ese actor. Esa persona está con los pies en esa tierra, tocando a esa persona, y lo que dice viene de eso.

-No sé si a ti te han doblado alguna vez...
Me han doblado en Bellas durmientes, que es de hace bastante tiempo. Yo tenía 17 años, y me moría de vergüenza porque tenía una frasecita con Unax Uglade, que me tenía que da un beso. Yo notaba que no tenía los recursos para estar trabajando ahí, y encima en inglés. Ahí me doblaron y creo que gané con el doblaje. Pero yo adoro escuchar, aunque sea en japonés. Prefiero ver una película en japonés sin subtítulos que doblada. Y quedarme con lo que emana y lo que hace.

-¿Y cómo ha sido tu experiencia en el teatro?
La cámara siempre me ha seducido muchísimo; pero hay una parte del teatro, de la danza, de la perfomance, que me flipa. El aquí y ahora con gente que casi te está tocando. Estuve trabajando ocho años trabajando en dos compañías con las mismas actrices. Siempre desde la creación colectiva, partiendo de cosas que queríamos contar. En una nos dirigían y en la otra nos dirigíamos nosotras. He explorado muchos aspectos ahí, y eso me ha nutrido muchísimo. Y llegó un momento en el que tenía una necesidad brutal de ponerme delante de una cámara. Porque la investigación para un actor en el objetivo de una cámara es maravillosa.


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