Social Icons

martes, 4 de septiembre de 2018

Crónicas: Venecia 2018 (III)

Por Paulo Campos


En esta tercera entrega de películas voy a hablaros sobre tres de la sección oficial, que sin dar una obra maestra unánime, si está dejando un buen sabor de boca. ¡Ah! También hablo de una turca de la sección Orizzonti. Leedla, que también merecen vivir. Empezamos:



The Ballad of Buster Scruggs (Ethan & Joel Coen. Estados Unidos, 2018)
Sección Oficial

Por fin llegó el turno para mis adorados hermanos Coen. Llegaban al Festival con la duda de cómo convertido una serie rodada para Netflix en una película. Pues mira, el paso no es que haya sido muy arriesgado, ha sido colocar los capítulos uno tras otro a modo de cortos. Eso sí, todos giran alrededor de un eje común, el salvaje Oeste, pero el de verdad, el de las historietas de las novelas de los 40 o 50. Aunque claro, todo bajo el tamiz de los Coen, con personajes marca de la casa que dan al conjunto un aura aun más novelesca.

Como toda película de episodios que se precie, los hay mejores y los hay peores. Quizá yo los hubiera ordenado de distinta manera, pero ellos, en rueda de prensa, han dicho que lo que  vimos en Venecia es la versión definitiva y lo que se verá en diciembre en Netflix. Van desde un inicio asombroso, con un cowboy cantarín y rápido con el revólver, interpretado por un absolutamente genial Tim Blake Nelson. Le sigue un atracador sin suerte con rasgos de James Franco, en el que es el más flojito de los cortos, aunque su frase final deja buen sabor de boca. Un monosilábico Liam Neeson y un hombre sin brazos ni piernas tratan de entretener a los ciudadanos en uno de los más sutiles y atrevidos de a serie. Tom Waits es un buscador de oro de método en el cuarto y Zoe Kazan protagoniza una respetuosa historia de amor en el transcurso de una caravana. Finalmente, una remilgada mujer, un trampero y un francés discuten en un carruaje frente a los busca recompensas (Brendan Gleeson) y acaban su viaje en un metafórico hotel.

Vale, es verdad que no estamos ante una de las obras mayores de los Coen, ¡pero qué caray! Es una gozada volver a disfrutar de su humor, de sus historias y más cuando dirigen tan bien, con una fotografía de escándalo de Bruno Delbonnel y una música estupenda de Burwell.

No sé si llegará a mucho en los Oscar, más que nada porque a Netflix se le abre el melón de Roma, de cara a la promoción, pero sí merecería figurar en varios apartados técnicos y me encantaría ver a Blake Nelson nominado, aunque creo que no será en esta ocasión


Peterloo (Mike Leigh. Reino Unido-Estados Unidos, 2018)
Sección Oficial

Cuando uno piensa en el cine de Mike Leigh lo asocia a un cine reposado, con multitud de personajes que van entrando en escena para no dejar ni un cabo suelto en cuanto a la historia que nos quiere contar. Eso hace que a veces su cine sea demasiado explicativo, que pueda perderse en presentarnos personajes cuya importancia en la historia se va diluyendo. Con estos mimbres y sabiendo la importancia de contar la matanza que tuvo lugar en Manchester, estaba claro que Leigh nos iba a presentar ciento y la madre de personajes, por mínima implicación que tuvieran en la historia. Y eso, claro, implica que la duración de la película se dispare, que a veces sea un poco denso -o incluso ininteligible- saber qué pinta en todo esto ese personaje. Pero, vuelvo a repetir, ese es el cine de Leigh.

Curiosamente ese lentitud no revierte en aburrimiento, sino en la incapacidad de procesar esa densidad de información que nos está soltando. Porque, a fin de cuentas, todo va dirigido a precipitarse en los acontecimientos sucedidos en esa plaza, que luego tampoco están rodados de la manera más espectacular. Está claro que Leigh no es un director de acción o es que se nos está haciendo viejo.

Lo que si es un SÍ absoluto es el aspecto técnico, empezando por la fotografía de Pope, viejo conocido del director, y siguiendo por una dirección artística brutal y un vestuario espectacular. Además de un maquillaje perfecto en la caracterización de las clases populares de la época.

No será esta la película que le dé el Oscar a Leigh, pero sí la que le dará unas cuantas candidaturas sabiendo el amor que le tienen en la Academia, y merecer las merece.



Suspiria (Luca Guadagnino. Italia-Estados Unidos, 2018)
Sección Oficial

Y con él llegó el escándalo. El director más querido últimamente por todo gafapasta que se precie se atrevió a presentar este remake del clásico de Argento y en una sección oficial de Venecia. La verdad, valentía no se le puede negar, ni al él ni al Festival por programar tamaña “sitgesada”. Y claro, pasó lo que tenía que pasar, a unos les encantó y a otros les horrorizó. Se oyeron los primeros abucheos del Festival (no muchos, la verdad, más un murmullo), pero también hubo algún “bravo”. Y claro, yo, como siempre, en medio. Me gustó la primera parte (que es la que más bebe de la original), con esa presentación de un Berlín sovietizado, en construcciones y en caracteres, también la paleta de colores que pasa de los cálidos a una tonalidad plomiza, amarronada. Pero claro, luego llega el tercer acto y es un festival de locura, un giallio epiléctico que pone a prueba el temple de los no aficionados al género.

Guadagnino sabe rodar, tiene secuencias formidables, ese baile parejo entre Olga y Susie, el baile totalmente Pina Bausch. Pero a veces se pasa de listo y quiere hacer su versión por libre y es cuando le sale el tiro por la culata, para algunos de plata.

Tilda Swinton merece un monumento, ya no sólo por el personaje de profesora temible, sino porque dicen los rumores que el personaje del psiquiatra está interpretado bajo capas ingentes de maquillaje también por ella. Me lo creo todo, de ella todo. Y por eso todos debemos ser del team Swinton forever. En cuanto a Dakota, pues a ver, mal no está, pero es que su presencia me provoca tanto sopor que me cuesta encontrarle lo positivo, y porque ella y no otra debería haber interpretado a este personaje. Eso sí, la muchacha se lo curra en las escenas de baile.

No sé que opinarán los chicos de Guillermo del Toro, pero no veo a esta película llevándose mucho premio, quizá como símbolo de personalidad del jurado puede ser el típico premio de ellos con destino a dar la nota en un palmarés.


Y ahora os hablo de la película de la sección Orizzonti, pobriños

Anons (Mahmut Fazil Coskun. Turquía-Bulgaria, 2018)
Orizzonti

Cuando lees que vas a ir a ver una película turca a las 14:00 horas piensas que no existe mejor plan en el mundo, seguro. Luego cuando te llevas una grata sorpresa, te alegras de no haberte tirado a aquel canal veneciano. Porque sí, si le pillas el truco a la película vas a acabar divirtiéndote. Con un humor absurdo, sutilísimo, de hecho me recordaba a veces a Una paloma se sentó en una rama a reflexionar sobre la existencia. Ese humor de plano fijo, de estar presenciando un espectáculo de humor grotesco mientras que sus personajes están serios en todo momento.

La trama gira entorno a cuatro militares que deciden dar una especie de golpe de estado allá por el año 63 y para ello quieren tomar una estación de radio. Parece el plan perfecto, pero se va desmoronando frente a la impasibilidad de los soldados para resolver sólo esta situación.

Una sátira de la política turca de entonces que es totalmente equiparable con la actual Turquía. Y una película en la que cuesta entrar por su estilo, con planos fijos muy largos donde cada personaje realiza su acción y con diálogos medidos. En serio, si tenéis la oportunidad no os la perdáis. Ojalá lleve premio en su sección de Orizzonti de cara a la distribución, porque merece mucho la pena.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
 
Blogger Templates