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miércoles, 25 de enero de 2017

Críticas: Lion

6/10
Lion (Australia-Estados Unidos, 2016).
Dirección: Garth Davis.
Intérpretes: Dev Patel, Sunny Pawar, Nicole Kidman, Rooney Mara, David Wenham.
Guion: Luke Davies, sobre la novela de Saroo Brierley.
Música original: Volker Bertelmann, Dustin O'Halloran.
Fotografía: Greig Fraser.
Montaje: Alexandre de Franceschi.
Idiomas: Inglés, bengalí, hindi.

Duración: 114 minutos.


Caminos de ida y vuelta

Por Sofia Pérez Delgado
(La película del día)


Si uno lee (o incluso visiona) sobre Lion tan solo superficialmente, puede creer que se encontrará ante una continuación de Slumdog Millionaire (2008): véase, una película sobre un niño pobre perdido en una gran ciudad india, y protagonizada por Dev Patel. Y no vamos a negar que se trata de un trabajo tan del gusto académico como uno pueda esperar; sin ir más lejos, opta a seis nominaciones en los próximos premios Oscar. Sin embargo, detrás de ella está la mano firme aunque novel del australiano Garth Davis, reconocido por dirigir junto a Jane Campion la serie Top of the lake (2013), que consigue dar verosimilitud a la adaptación de la novela autobiográfica de Saroo Brierley y alejarse de la comparación con la fábula de Danny Boyle.

Dividida en dos partes, la cinta comienza con la historia de Saroo cuando tiene cinco años y trabaja con su hermano para llevar comida a su casa, donde viven con su madre y su hermana. Una noche, su hermano le deja solo y no vuelve a recogerle, por lo que Saroo toma un tren que sin saberlo, le lleva a Calcuta, separándole de su familia… ¿para siempre? Su odisea, pese a cierto embelesamiento visual por parte de Davis y del director de fotografía Greig Fraser, nos ahorra el punto de vista europeísta habitual en un realizador extranjero, algo que la acerca más a Pather Panchali (1955) que a la propia película de Boyle, o en otras fallidas incursiones en la pobreza infantil como Trash.Ladrones de esperanza (2014) de Stephen Daldry. Todo lo que a ojos del espectador puede resultar exótico, está canalizado a través de la mirada de niño del protagonista, al que, procedente de una aldea, cualquier aspecto novedoso le sorprende. En este sentido, la gran baza de esta primera parte es el descubrimiento del pequeño Sunny Pawar, una combinación de fragilidad y fuerza que transmite toda la sensación de soledad y abandono que requiere su personaje, hasta que un matrimonio procedente de Tasmania le adopta para darle una vida mejor.
La segunda parte, ya en Australia, muestra a Saroo adulto, un joven exitoso que reniega de sus orígenes. Pero su encuentro en un máster con otros compañeros procedentes de India despertará en él una obsesión por recuperar su identidad. Pese a que la cinta está contada de manera lineal, comenzarán a introducirse entonces constantemente fotogramas de la vida anterior de Saroo, algunos ya vistos y otros nuevos. Tiene sentido en cuanto a que estos flashbacks son recuerdos que, como los de cualquier persona, vuelven una y otra vez y no siguen un sentido rítmico. Aun así, su utilización resulta un poco repetitiva, pero muy bien salvada por Dev Patel, que demuestra una evolución actoral impresionante desde Slumdog Millionaire, con un papel emocionalmente potentísimo que saca delante de manera sobresaliente. Otro punto a favor de este relato hijo de su tiempo, es que no demoniza las nuevas tecnologías, más bien todo lo contrario: internet, y concretamente Google Earth, sirven de elemento útil (cuando no indispensable), para que Saroo sea capaz de recuperar un pasado del que había olvidado que formaba parte.

Por muchas concesiones que Davis quiera hacer (que tampoco son demasiadas), Lion es lo que es, un conmovedor drama sobre la superación de obstáculos y la reconciliación con uno mismo, y también sobre los lazos que nos unen, sanguíneos o sentimentales, y cómo nos enfrentamos a ellos y a su pérdida. Y el director explota su emotividad al máximo, incluyendo el efectivo uso de la estupenda banda sonora (también nominada) de Dustin O’Halloran y Volker Bertelmann “Hauschka”. Es por esta honestidad que poco se le puede reprochar, más allá de un moralismo humanitario propio de su etiqueta de “Basada en hechos reales”.


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