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viernes, 6 de enero de 2017

Críticas: Solo el fin del mundo

3/10
Juste la fin du monde (Canadá, 2016).
Dirección y montaje: Xavier Dolan.
Intérpretes: Antoine Desrochers, Marion Cotillard, Vincent Cassel, Léa Seydoux, Gaspard Ulliel, Sasha Samar.
Guión: Xavier Dolan, sobre la obra de teatro de Jean-Luc Lagarce.
Música original: Gabriel Yared.
Fotografía: André Turpin.
Idioma: Francés.
Duración: 95 minutos.


Un experimento fallido

Por David Sancho

Un joven escritor vuelve a casa para decirle a su familia que va a morir. Su llegada desata distintas emociones en sus familiares y cada minuto que pasa se le hace más complicado darles la noticia.

Se trata de una película complicada de ver, empezando porque se trata de una adaptación de una obra teatral, lo cual nunca es sencillo, y pasando porque su director en ningún momento nos lo pone fácil.

La película está bastante pasada de rosca, rozando el ridículo en muchos momentos. La decisión de Dolan de que casi la totalidad de la película esté compuesta por primero planos, acaba agotando y hasta agobiando, ya que aporta un extra de intensidad a unos diálogos y personajes ya de por si excesivamente intensos. Los personajes son tan extremos que cuesta entenderlos o empatizar con ellos, y te los tiran a la cara sin dejarte escapar, quieres que sea algo pasajero pero no es así.

El reparto cumple, y destaca Marion Cotillard, posiblemente por interpretar al personaje más callado y tranquilo de la película, funcionando casi como un oasis de paz dentro de ese caos al que finalmente se ve arrastrada.

La película alberga reflexiones interesantes acerca de la familia, el paso del tiempo y las relaciones personales, pero su puesta en escena lo eclipsa todo. Es de valorar que un director tome decisiones arriesgadas, que no juegue sobre seguro, que explore formas poco convencionales de contar historias, y eso Dolan lo tiene, pero esta vez el tiro le ha salido por la culata.


Una película a la que es muy difícil aproximarse y en la que es mucho más difícil quedarse. Te golpea nada más empezar y ya no te recuperas, el agobio precede al aburrimiento y acabas por desear que se acabe lo antes posible.


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