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jueves, 24 de julio de 2014

Her

8/10
Her (USA, 2013).
Dirección y guión: Spike Jonze.
Intérpretes: Joaquin Phoenix, Scarlett Johansson (voz), Amy Adams, Rooney Mara, Olivia Wilde, Chris Pratt.
Música original: Arcade Fire.
Fotografía: Hoyte Van Hoytema.
Montaje: Jeff Buchanan, Eric Zumbrunnen.
Idioma: Inglés.
Duración: 126 minutos.


Emoción Artificial

Por Manuel Barrero Iglesias

Máquinas con sentimientos. Para hablar de la deshumanización del mundo, la ciencia-ficción ha recurrido en múltiples ocasiones a la paradoja que supone el desarrollo emocional de artefactos frente a personas cada vez más robotizadas. Dos obras de la importancia de Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001) o Wall-E (Andrew Stanton, 2008) representan esa tendencia de un futuro distópico hasta el horror. Bien sea un mundo caótico y siniestro, ya sea un mundo lobotomizado. O ambos. Y en medio del desastre, un pequeño robot capaz de sentir más que cualquier humano de su alrededor.

Jonze no recurre a la distopía extrema en Her, que se presenta como una evolución bastante lógica de la actual humanidad. No estamos ante un mundo incomunicado, dominado por la soledad desesperada. O quizás sí. En todo caso, no menos de lo que siempre ha ocurrido. A veces parece que la soledad es un invento del siglo XXI, cuando es algo que siempre ha existido. Y seguirá existiendo hasta el fin de los días. Uno se puede enfrentar a ella como hacía Nicolas Cage en Leaving Las Vegas, matándose a beber. Pero hay mil formas más. No es la tecnología la que aísla al ser humano, es éste el que se aísla a sí mismo.

Al contrario, Spike Jonze muestra la inteligencia artificial como una manera de paliar esa soledad. La nueva era nos permite comunicarnos fácilmente con gente en la lejanía. Incluso nos hace más sencilla la tarea de encontrar espíritus afines con los que compartir intereses. El director da un giro más de tuerca, al presentarnos la historia de amor entre un hombre y su sistema operativo (algo no tan lejano a lo que ocurre ya con algunos seguidores de los productos Apple). Arriesgado salto, por la intangibilidad del romance. Y a pesar de lo descabellado que puede sonar, estamos ante uno de los filmes más verosímiles que se hayan hecho nunca sobre el futuro y la tecnología.

¿Es triste mantener una relación sentimental con un sistema operativo en lugar de una mujer real? La ex pareja del protagonista es la voz de esa parte de la sociedad que mira con recelo. Pero entonces debemos preguntarnos hasta qué puntos son “reales” muchas relaciones entre dos personas, esas dominadas por el autoengaño. Hay un momento en el que Theodore tiene una cita a ciegas con una mujer, y sacar una relación de ahí hubiera sido forzar las cosas. Esos sentimientos jamás hubieran sido más auténticos de lo que son los que acaba teniendo por Samantha. Entonces surge la reflexión sobre una sociedad a la que cada vez le cuesta más relacionarse con sus semejantes. Un tema tratado en dos películas tan parecidas como Lars y una chica de verdad (Craig Gillespie, 2007) y Air Doll (Hirokazu Kore-eda, 2009), en las que una muñeca hinchable toma el papel de novia ante los problemas para encontrar pareja. Una forma de eludir las dificultades de relacionarse con humanos también presente en Ruby Sparks (Jonathan Dayton, Valerie Faris, 2012), film que hace posible el sueño de dar vida a la mujer ideal. Samantha hace feliz a Theodore porque está muy cerca de la perfección. ¿Seremos capaces de negarle al protagonista esos momentos de felicidad? ¿Sería mejor que iniciara una relación con una persona, aunque no le fuera a proporcionar tanta satisfacción?


La habilidad de Jonze para mostrarnos un discurso profundo en un envoltorio tan llamativo es asombrosa. En la superficie queda una historia de amor contada con precisión, retratando con exactitud los distintos estados del romance. La vulnerabilidad de Phoenix y el encanto de la voz de Johansson. El uso de la música. Un diseño de producción hipnotizador a la vez que creíble. Todos los elementos conjuntados para hacer de la película algo irresistible. Pero detrás de un guión que deslumbra a simple vista encontramos varias capas que dotan a la película de gran significado. Su valor es el de no moralizar, sino provocar reflexiones. Como esa que discute el tipo de relación (monogámica y posesiva) instaurada como la única posible. A Her no le hace falta recurrir a parábolas excesivas sobre el desastre que será el mundo. El futuro no se diferencia demasiado del presente, al igual que éste es una reproducción del pasado. Sólo van cambiando las formas. El ser humano es imperfecto, y siempre lo será. La inteligencia artificial es un elemento más del entramado, no el que propicia la incomunicación. Algo que puede empujarnos más hacia al aislamiento o salvarnos de él



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