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lunes, 5 de marzo de 2018

Oscar 2018: Ceremonia


Por Paulo Campos

Cerramos -a cinco de marzo, creo que ya es horita- la carrera por el Oscar cosecha 2017. Una carrera que pasará a la historia por su imprevisibilidad, porque hasta los títulos de tres películas podían estar en ese peligroso sobre abierto por Dunaway y Beatty, y ninguno nos hubiera resultado realmente un shock. Si bien se cumplieron los pronósticos en todas las demás categorías, los que hacen quinielas y no hayan tenido al menos un 90% de aciertos, que jueguen a otra cosa. Porque que la mayor sorpresa en un premio venga de mejor documental y mejor cortometraje indica lo cantados que estaban, curiosamente todos menos el principal. Así pues, un año clave para el cine, no por la calidad de las nominadas -que, en general, son bastante intranscendentes-, sino por el giro que las mujeres y las minorías han querido dar, de una vez por todas, al negocio, acorde a lo que está sucediendo en todo el mundo, menos en las sedes de Ciudadanos.


Vamos al lío. La gala, y me alegro un montón por Kimmel, creo que fue una de las mejores de los últimos años. Por ritmo, por guión, por aguda, por elegante, por sutil cuando hacía falta, y por dura cuando lo requería el momento. Le deberían caer una lluvia de Emmys este año (mierda, ya estoy pensando en otra carrera de premios. No, por mi salud, ya que está como está, no voy a meterme en otra). Así pues, gran culpa la tiene el gran Jimmy, que con su aparente sencillez, relajación de estar por casa y su profesionalidad, pasó de forma elegante por todos los puntos. Políticamente muy correcto, pero tirando a dar en todos los casos. De su discurso de apertura cabe destacar las referencias a la expulsión de Harvey Weinstein de la Academia, algo que comparte con un pobre hombre que repartió dvds (cosa prohibida) en 2004. También dijo que se acordaba de los tiempos en que nadie en Hollywood apostaba por blockbusters protagonizados por una mujer o mayoritariamente por minorías, en referencia a los taquillazos de Wonder Woman y Black Panther. Y se acordaba porque esos tiempos eran marzo del pasado año. Luego recurrió a comentar los fenómenos #TimesUp, y otros, para que en Hollywwood la mujer tenga el mismo protagonismo en todos los aspectos que los hombres, y que sólo sean menospreciadas y ninguneadas por el mero hecho de ser mujeres en todos los demás ámbitos de la vida. Así, grosso modo, pasó por todos estos temas, para algunos escabrosos, para otros moda y para los normales algo que vienen reclamando las mujeres desde hace décadas. También utilizó dos running-gags que le quedaron cojonudos, el de la edad de Christopher Plummer y el del regalo de la moto de agua al discurso más corto (ya en el 2000 había sido una tele de plasma que Julia Roberts rechazó al recoger su Oscar diciendo “ya tengo una tele y no sé si volveré a subir aquí arriba así que voy a hablar”).

Más allá del monólogo de inicio destaco todos estos puntazos de la ceremonia:

-Thimothèe Chalamet, más contento que una castañuelas, de blanco impoluto y perdiéndose la Patrulla Canina por ir a la ceremonia (según Kimmel).

-Sam Rockwell recogiendo el premio a mejor actor secundario y dedicándoselo a Philip Seymour Hoffman.

-Gael García Bernal cantando “regular” el 'Remember Me' de Coco, pero con una pajarita con la bandera mexicana que se le perdona todo. Más entonados estuvieron Miguel y Natalia Lafourcade, y muchísimo más Andra Ray, Mary J. Blige y Sufjan Stevens. Keala Settle no es que cantara muy allá, pero hicieron un numerazo, la verdad. Menos mal que al final ganó la que tenía que ganar, porque 'Remember Me' es parte de la trama de la película, que tengo la sospecha que es de lo que debe ir esta categoría.

-El disgusto de la noche venía cuando le negaban Agnès Varda hacer historia, hubiera sido la primera persona en recoger en un mismo año el Oscar honorífico y uno competitivo. Prefirierom darle a Netflix su primer Oscar con un documental del montón, antes que a una diosa vestida de pijama de Gucci. Porque como buena estrella que es, se la suda todo cien mil.
-Kobe Bryant recogiendo un Oscar como autor del “guión” (está basado en la carta en la que anunciaba su retirada), igualando en Oscars a Martin Scorsese y superando en una estatuilla a Alfred Hitchcok.

-Allison Janney vestida entre Vampirella y el logo de las donaciones de sangre, sabía que ese Oscar era suyo, y al llegar al escenario bromeó diciendo: “Lo he hecho todo yo solita”, ganándose a la platea en un segundo. Eso sólo lo hacen las grandes, igual que el de hacer saber al mundo que el día que le dieran un papel reivindicable ese Oscar sería impepinablemente suyo, por muchas Lesley Manville (cuyo Oscar clip “no intentes pelear conmigo, te destrozaría y te dejaría tirado en el suelo” es el mejor en años, seguido del de Laurie Metcalf) que hubiera.

-Anabella Sciorra (creo que es uno de los apellidos menos afortunados del mundo), Ashley Judd y Salma Hayek, tres de las víctimas de los abusos sexuales en Hollywood juntas para reivindicar el movimiento #TimesUp. Momentazo que marcaba definitivamente el giro que está dando la industria.
-Rita Moreno (con el mismo traje con el que recogió su Oscar en el 1956), Eve Marie Saint, Chrstopher Walken, Jane Fonda (que dicen que tiene ochenta años, podría ser nuestra abuela y está buena) y Helen Mirren (la elegancia es generosa con ella) recibiendo standing-ovations a su salida al escenario fue el Bien.

-La chorrada de Jimmy Kimmel de llevar a las estrellas al cine de enfrente al Auditorio para agradecer la asistencia de espectadores. La imagen de Armie Hammer empuñando una máquina que lanza salchichas corona desde ayer todas las saunas gays de San Francisco y Mark Hamill presentándose a Gal Gadot (mira Luke, como se pasa al lado oscuro) pasaran a la historia colectiva por años.

-La celebración latina por doquier, desde la pajarita de Bernal, el “viva latinoamérica” de Oscar Isaac, el premio para Chile (comandado por una transexual), Guillermo del Toro ganado mejor director (cuarta vez en cinco años que gana un mexicano) y diciendo que las fronteritas se pueden borrar. Vamos, que los votantes de Trump -que probablemente no vean la ceremonia, porque estarán ocupados o planeando una guerra, o comprando armas, o follando con sus hermanas, o probablemente las tres cosas juntas- habrán salidos contentos de los Oscar
-Roger Deakins ganado después de perder 13 veces y poniendo al público en pie. Eso sólo lo hacen los genios o los viejos. Al contrario que Christopher Nolan, alma en pena y caras de potencial linchamiento público cada vez que lo enfocaban

-Chadwick Boseman, que de momento me la suda mucho, pero es que esa chaqueta que llevaba, esa chaqueta. Por favor, en mayo cumplo años y la quiero. Si tenéis que matad, matad por ella y regaládmela. Hacedlo (si a Charles Mason le funcionó ...)

-El gran James Ivory de 168 años recogiendo su primer Oscar por el guión de Call Me by Your Name con una camisa con la foto de Elio. Enorme

-Gary Oldman, que en ningún momento pongo en duda lo actorazo que es, ganando, aburriendo en su discurso tanto como en su interpretación. Y “saludo a Churchill”. Pues hijo, anda que no volvieron ya de su entierro. El Oscar más cantado resultó también el más soporífero del año y de la gala.
-Jodie Foster, con muletas y culpando a Meryl Streep de hacerle un I,Tonya, con Jennifer Lawrence, cuya foto, copa en mano, saltando por los asientos, nos hace recordar lo mucho, muchísmo que la amamos.

-Frances McDormand se erigió como reina asoluta de la gala. Su victoria estaba cantada y todos en Hollywood parecen hipnotizados por ella cada vez que sube a dar un discurso. Y ayer demostró el porqué. Se llamó a si misma “anarquista pero limpita” y dio el momentazo absoluto de la gala cuando pidió a todas las mujeres (diciendo “Meryl, si tú lo haces todas te seguirán”) nominadas ponerse en pie monstrándose orgullosas, que tienen historias que contar y que los ejecutivos no les hablen en las fiestas, sino en los despachos. Grande McDormand, eso sí, si algún día duermo en su casa no me dejo el pestillo sin echar ni harto de vino.

-Beatty y Dunaway volviendo al lugar del crimen y Kimmel haciendo como si no pasara nada, diciendo que estaban allí para celebrar el 51 aniversario de Bonnie & Clyde. Al final no hubo calamidad, Kimmel ya había avisado al principio: “no os levantéis muy rápido si dicen vuestro nombre”.
-Finalmente The Shape of Water ganaba el Oscar, algo que uniendo los puntitos era obvio, pero que llevamos tantas sorpresas en los últimos años que ya hacíamos cábalas. Yo mismo creía ganadora a Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (quería escribir el puto título por última vez) por el apoyo que había tenido en el gremio de actores. O bien por el momento en el que llegaba la chorrada de Get Out, aplaudidísima durante toda la ceremonia como si fuera una película buena o si mereciera esos aplausos. Al final su premio al mejor guión fue un trago amargo, pero al menos no se llevó nada más. Según Hollywood es mejor el guión de la de Jordan Peele que Lady Bird. Tócate los cojones.

-El colofón con Helen Mirren y Mark Bridges encima de la moto acuática, como ganador del discurso más corto. Justicia poética el ver a Phantom Thread conseguir el “premio más preciado de la noche”.

Bueno, llevo ya muchas cosas y el artículo se hace largo. Seguro que en un rato me acuerdo de otros puntazos de la ceremonia, pero cada uno tendremos el nuestro. Sin mucho más, me despido hasta el siguiente artículo, que puede ser la semana que viene o en septiembre. Intentaré que no, a ver si me invento algo y pasamos los meses de sequía de forma más agradable. Una vez más agradecer a Tierra Filme dejarme dar rienda suelta a mi locura y a Manuel Barrero por su ayuda y trabajo. Recordad que me tenéis a vuestra disposición por Twitter en @opaulocampos.

Saudiños a todas.

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