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miércoles, 30 de septiembre de 2020

Crónicas: Festival Toronto 2020 (XV)

Por Paulo Campos


The Best Is Yet to Come (Jing Wang, China. 2020)

Si en la película Bandar Band decía que una de las mejores cosas es que su duración era de poco más de una hora, en esta película china no es hasta que lleva transcurrida una hora cuando realmente se presenta la trama que va a desarrollar hasta el final. Y, sorprendentemente, me ha gustado mucho y no creo que la primera hora me haya hecho perder el tiempo.

Os cuento, la película narra cómo Han Dong llega a Pekin con el deseo de convertirse en periodista, un golpe de suerte hace que esté en el lugar correcto en el momento perfecto y uno de los editores de uno de los periódicos más importantes lo acoge bajo su tutoría. Trabajará sin descanso para ofrecer noticias y reportajes, pero cuando topa con una red de venta de sangre y se introduce en ella deberá elegir entre su carrera soñada o el desvelar algo que puede destapar un maltrato gubernamental a un colectivo de casi 100 millones de personas.

Es sorprendente que una película "polítca” salga de China, que sea contestataria al gobierno, (tampoco demasiado, no nos flipemos), pero sí que marque diferencias y llame la atención con rapapolvo incluido a las autoridades. Ya sólo por eso merece que la película tenga recorrido, pero es que además nos presenta esa dualidad de la China de inicio del Siglo XXI (donde millones de jóvenes persiguen sus sueños y una idea de apertura del Imperio), que contrasta con las trabas a las que son sometidos otros tantos para simplemente mejorar en su vida. Y finalmente convertir a Han en una Erin Brokovich a la pekinesa, que siempre es curioso de ver.

Una buena película, con una dirección marcadamente personalista, la de dar a conocer los rostros de la China actual y luego mantiene el ritmo en el thriller de la segunda parte. Buena forma de ver el reverso de las historias "más grandes que la vida" hollywoodienses, ahora en Asia. Gran clima, buenas interpretaciones y un guión, a veces un poco atropellado y algo tendente a demasiadas casualidades juntas, pero que cierran una buena historia que merece un ojo por la diferencia de las propuestas chinas que suelen llegar a nuestras pantallas. Y además con ese título en el 2020 ya tiene un par de puntos ganados, ¿no?


Si le vent tombe (Nora Martirosyan. Francia-Alemania-Bélgica, 2020)

Aunque de bandera francesa, la película se desarrolla y su equipo técnico pertenece a Armenia, con lo que ya es otra nacionalidad a anotar en la lista de cinematografías presentes en Toronto.

Alain es un auditor de aeropuertos que debe decir si el situado en la región de Nagorno-Karabaj puede volver a la operatividad. Allí se da cita lo mejor de la sociedad armenia para “seducir” al representante y convencerle. Paralelamente un niño cruza diariamente las pistas llevando agua para venderla para contribuir a la paupérrima economía familiar, los dos, niño y auditor encontrarán sus caminos.

Un punto de partida que promete bastante más de lo que da, los clichés de la sociedad armenia son demasiados y los toques de humor no funcionan precisamente. En cuanto a la historia del niño, es demasiado relamida y llena de lugares comunes como para impresionar. Por lo demás la cinta está rodada con gusto, con algún acierto estilístico como los planos abiertos del aeropuerto y el guión es correcto.

Y chimpún, creo que no tengo mucho más que decir, ¡ah! Sí, un poco mareante tanto idioma entre francés, inglés, armenio y algún otro que se me escapa. Y rescatar en este último párrafo ahora que está de actualidad que el conflicto del terreno, que aquí se declaran república caucásica, en un alarde esquivo de comprometerse, es una zona entre Armenia y Azerbaiyán que se llevan peor que Joan Fontaine y Olivia de Havilland y que déjate ver que no salten chispas en este fabuloso 2020.


Fauna (Nicolás Pereda. México-Canadá, 2020)

Bueno, bueno. Veamos, porque voy a desahogarme. No tengo duda de que muchos de los críticos que hablen o escriban de la película la pondrán como una comedia de metaficción donde los personajes no siguen un desarrollo lineal, que juega con las percepciones de los espectadores, que no hay una narrativa clara y … y su puta calavera. Estoy hasta los mismo huevos de que alguien vaya de listo de los cojones y con cómplices malévolos nos cuele una ida de olla sin sentido alguno como un cine de vanguardia del que sólo para sentirnos más modernos y superiores al resto de los espectadores del montón. Ale, ya está, ahora escrito queda y probablemente pierda la reputación de gafapasta que tenía...ay no, calla. Que, total, nadie me leía.

A ver, os cuento de lo que va (o de lo que yo entendí). Esto son hermano y hermana que se llevan así asá y que vuelven al pueblo de sus padres para visitarlos, el pueblo queda a tomar por culo. Y bueno, llegan, saludan, ella es actriz de chichinabo que hasta su madre le dice cómo hacer las cosas en una escena emocionante o mierda según las tragaderas que tengas; y el hermano, que tiene cara como de malo, raro y Pepe Viyuela, dice que le gusta mucho “de leer” y de pronto los personajes son los del libro que está leyendo el payo y ya está, ahora se pasan 20 minutos por escena con cámara fija diciendo cosas que no sé si me interesan,

Con esto queda resumido lo que entendí o quise entender de la película que va a participar en una sección paralela de San Sebastián y tú verás las críticas, que parecerá que ha venido aquí Carlos Jesús, Micael y Antarcharán todos juntos mientras yo quedo como el gañanaco de la crítica porque no sé apreciar esta narrativa moderna. Es más, sospecho que en esta sacrosanta página donde me dejan vomitar toda esta bilis más de uno encontrará la película como de lo mejor del año. Pero como aquí nos respetamos todos ya quedaremos en un puente de la autopista para o bien grabar un remake o darnos de navajazos en los bazos, lo que sea más doloroso.


Greta (Nathan Grossman. Suecia, 2020)

Era lo que faltaba, pero ya está aquí el documental de una de las figuras más importantes de los últimos años, nos guste o no, que a mí sí me gusta, como es Greta Thumberg. En esta historia nos cuenta desde los inicios de Greta y su protesta en solitario ante el Parlamento sueco para concienciar sobre el cambio climático, hasta cómo se convierte en una de las figuras más importantes de la sociedad actual y arrastra a miles de jóvenes en protestas alrededor del mundo.

Lo que siempre me llama la atención en este tipo de documentales, es ¿cómo coño llegas a grabar a una niña que no es nadie por una protestilla? Es que es como tener una puta suerte de que de ahí salga lo que después salió, o si ya pienso en modo conspiranoico: estos sabían algo.

No nos va a descubrir gran cosa sobre la persona, pero lo bueno del documental es que se centra en la relación con su padre, de cómo una muchacha con síndrome de Asperger consigue sobrellevarlo y convertirse en una figura reconocida en todo el mundo. Sus dudas, sus ganas, pero sin olvidarse de que no es más que una niña de 15 años. Gustará a los fans de Greta y por supuesto dará motivos para odiarla aún más a sus haters.

Pero ahora me llega la duda, como eurofan exijo que el documental próximo abra el melón de qué opina Greta de la actuación eurovisiva de su madre, Malena Ernman, representando a Suecia en 2009 con la canción “La voix” y de cómo el derroche energético de tamaña actuación debió causar trauma en el cerebro de la pequeña Greta. Vedla, en serio, os cambiará la vida y veréis a Greta con otros ojos.

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