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jueves, 17 de septiembre de 2020

Crónicas: Festival Toronto 2020 (V)

Por Paulo Campos 


One Night in Miami (Regina King. Estados Unidos, 2020)

Pese a que fuera de los USA no es un figura de primera línea, allá Regina King es top total. Lo demuestra que en cinco años ha ganado tropecientos Emmy, creo que por cada serie donde salió más de 15 segundos (este septiembre puede hacerlo por Watchmen. Y, sobre todo, por el Oscar conseguido por If Beale Street Could Talk. Pues ahora da el salto a la dirección de largos, tras cogerle el gustillo en algún capítulo de series como Scandal, The Good Doctor o Animal kingdom.

Vaya momento: a veces una película, más que por sus propios méritos, es por el momento en el que llega por lo que se hace indispensable en un tiempo determinado. Una película que trata de cómo el racismo campa a sus anchas por territorios estadounidenses y cuál es la labor que figuras relevantes de la comunidad negra deben llevar a cabo para presentar ante la sociedad que sus derechos se están viendo pisoteados. Es necesaria, pero después del caso George Floyd, ahora más que nunca.

La película se basa en una obra de teatro de un tal Powers, que ya el apellido marca éxito, como a Max, claro. Que nos cuenta como la noche del 25 de febrero de 1964, recién proclamado Cassius Clay (a días de ser Muhammad Alí) campeón del mundo, acaba la noche de fiesta en un motel con otros líderes pro derechos civiles. El siempre intenso Malcolm X, el cantante soul Sam Cooke y el jugador de fútbol americano, y posterior, actor Jim Brown. Allí charlarán sobre lo que significa la raza, cómo sus carreras y notoriedad deben ayudar a que se les tenga en cuenta, y discutirán hasta la extenuación por ver quién es más activista de todos.

Y mira, pese a ciertos toques teatrales en la dirección de King, casi inevitables, la Señora lo consigue. Consigue meternos e interesarnos por peroratas larguísimas de los personajes, dirigir a estos cuatro actores en estado de gracia y dejar impronta de ser buena en lo suyo; demostrando que puede dirigir escenas de boxeo, de masas o íntimas entre cuatro paredes. Claro que con un guión espléndido se lo ponen más fácil.

Mención aparte merecen los cuatro actores, quizá los más protagonistas sean Malcolm X, siempre intenso y como el que más controla de todo (que aquí encarna Kingsley Ben-Adir) y mi favorito de los cuatro: Sam Cooke, interpretado y con voz (vozarrón) por Leslie Odon Jr (el de Hamilton). Y secundados por Aldis Hodge como Brown y Eli Goree como Alí. Todos de SAG y alguno con posibilidades de más. Eso sí, la intensidad de “estamos haciendo cositas muy importantes” durante el rodaje tuvo que ser la hostia en verso.

Por último, destacar también que King quiere premios y sabe que los aspectos técnicos son importantes para ello y consigue un foto espléndida, bien montada y ambientada. Y para que no se le escape ni una posible nominación hasta cierra la peli con una canción original titulada “Speak now” de Leslie Odom Jr. Ella ya ha barajado, espera que le salga una buena mano y viendo el año que es, votos, y muchos, los tiene seguros.


The Disciple (Chaitanya Tamhane. India, 2020)

¡Uy, ahora que guay! Una película india presente en la sección oficial del Festival de Venecia y reconocida con el “nada snob” premio Fipresci, con un 40% de metraje sobre actuaciones de música folk del país. No me digáis que pinta a ser el despiporre. Vamos, quítate Wonder Woman 1984 que viene Chaitanya. Pues con estas ganitas me enfrentaba yo a esta película tan apetecible.

A ver, me sigue sorprendiendo ver a mucha crítica española, que es la que más leo. Lo de parecer que se han criado allí donde toca según de qué país venga el tostón: Que es hindú, pues parecen criados en los suburbios de mismo Bombay. Que toca película azerí, pues nada, de Bakú de toda la vida, entendiendo todas y cada una de las localistas bromas y elevando (que sí, que lo he visto) a este director indio como alguien muy importante en el cine cuando esta es su segunda película. “Amos Rafa, no me jodas”.

Después del desahogue, os comento que la película no está nada mal. Especialmente, por la forma de retratar los sentimientos del protagonista (sentirte mediocre, aceptar que no vas a destacar en aquello que parecía que era tu destino, o que el “si quieres puedes” duele más cuando te das cuenta de que no todo el mundo que quiere puede). De ahí que esos sentimientos más universales sí que sean los que elevan la película, porque no por ver una y otra vez (hasta una veintena) de actuaciones folks hindúes vaya a mejorar la película. Lo hace el concepto de que por muy alejado que estamos culturalmente, los sentimientos primarios son los mismos, te dediques a la música o al rreguetón.

Un guión, premiado finalmente en Venecia, es lo mejor de la película; que exaspera con la música, pero que con empatizar un poco con el desgraciado (y empatizar con un desgraciado es fácil, todos lo somos) consigues que la película te interese. E incluso te diviertas viendo como este hombre que parecía tener un futuro determinado ve que el camino está cortado y tiene que buscarse otra cosa en la que seguir siendo un mediocre. Vamos, como el 90% del mundo.

Si podéis, echadle un ojo y cuando toque la banda por novena vez pensad que podría ser peor, podría haberse dedicado a ser un youtuber. Siempre se puede caer más bajo.

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