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lunes, 28 de septiembre de 2020

Crónicas: Festival Toronto 2020 (X)

Por Paulo Campos


A Good Man (Marie-Castille Mention-Schaar. Francia-Estados Unidos, 2020)

En este Festival de Toronto tan especial se han visto películas que parecen llegar en el mejor momento para que, más que de sus virtudes, se hable de el oportunismo de su temática. Lo que da para llenar dos o tres horas de tertulias cinéfilas inexistentes en nuestras televisiones, porque no hay sitio para estas tertulias. Pero vamos, que eso da para una película entera de David Fincher. A Good Man llega en el momento en que varios puntos de los que protagonizan la película están en el candelero: ¿Qué marca la casilla “género” en nuestro DNI o similares? O ¿debe un intérprete normativo hacer un papel de trans? Dos temas que rodean la película.

Vamos primero con el argumento: Benjamin y Aude quieren tener hijos, pero resulta que Aude es estéril, Benjamin se ofrece a ser quien geste al niño porque antes Benjamin era Sarah. Creo que es la primera vez que una película puedo resumirla en un frase y verdaderamente decir de qué va. Así, esa idílica relación pondrá a prueba a ambos y alargará el debate de qué es un hombre y qué es una mujer, qué marca que ambos sean lo que son. Vamos, que los de la furgoneta aquella de “los niños tienen pene, las niñas vagina” (o algo así era) están para dar su opinión sobre la película.

Con semejante tema la película ya es interesante de por sí, pero claro, cinematográficamente no aporta demasiado, es un telefilme con ínfulas (lo cual no es necesariamente malo) y sobre todo los personajes secundarios que están menos pintados que un cuadro de Kandinsky (ahora me quito las gafas). Por lo demás, es una peli que se ve muy bien porque...

Está super Noémie Merlant, que lo que hace en pantalla es una brutalidad. Es que tardas en enterarte que Benjamin es ella, una construcción de personaje por parte de la actriz apabullante y que merece por ello el César, El Lumiere y un piso en Los Campos Elíseos. Y ahora la segunda cuestión, ¿debe una actriz normativa (o como se diga, cis o algo así) hacer un papel que podría haber hecho una actriz trans? Scarlett Johansson y yo lo tenemos claro, pero no es un tema tan fácil y después de escuchar algún argumento en contra me envuelven más dudas. Mientras le damos todos una vuelta sigo diciendo que benditas las interpretaciones como la de la muchacha.

No sé si la película tendrá la suficiente entidad para arrastrar gente a las salas en Francia o en Españita, pero sí que puede dar el golpe en los premios interpretativos y en esas salas de ciudad donde las señoras son las que mantienen vivas las salas y las películas para adultos (Gracias señoras que van al cine tras los churritos y el chocolate, gracias)


Wolfwalkers (Tomm Moore & Ross Stewart. Irlanda-Estados Unidos, 2020)

¿Se puede estar enamorado de una película? Porque yo, Paulo Campos, lo estoy de esta maravilla de la animación que proviene de Irlanda. Es verdad que ya me había hecho tilín con The Secret of Kells, Song of the Sea (ambas presentes en los Oscars) o The Prophet,que siguen manteniendo la animación tradicional en dos dimensiones para hacernos sentir cosas a los nostálgicos.

La historia de la película es sencillita, basada en una leyenda del siglo XVII irlandés, donde la amistad de dos niñas centra la fábula ecologista en defensa de la preservación de la fauna, de la familia y de las costumbres locales, y sobre todo de los lobos, ese animal vilipendiado que es de lo más bonito que tenemos en Europa y punto. No cuento más, porque sin ser lo más original del mundo es una preciosidad descubrirlo.

Qué animación, qué cosa tan cuqui de dibujos, de fondos y de colores. Así da gusto, y después me siento reconfortado por hallar películas de animación que no trata de gilipollas a los niños que puedan disfrutarla mientras no reciben todo mascado; y además los mayores también deben darle al coco en vez de mirar el whatsapp en la oscuridad de la sala, que buena falta hace.

Qué música, Bruno Coulais ha realizado una de las bandas sonoras del año, mezclando sonidos celtas y folkys de larga tradición y con un punto new age sin horterismos. Además tiene un par de canciones originales (una de ellas las canta otra Coulais, entiendo familia de Bruno) que acompañan muy bien al desarrollo y a los créditos.

No cuento más, porque este año seguro oiremos hablar mucho de ella. Porque en un año como este, donde Onward es a estas alturas la rival a batir y sólo parece que en su camino se encontrará a Soul (ambas de Pixar, que sabemos como se las gasta en los premios), parece que la productora Cartoon Saloon encontró el vehículo con el que puede resultar al fin ganadora. Id a verla, es una orden, y ponedme por donde sea que os ha gustado tanto como a mí. Cuando llegue a salas españolas os lo recordaré.


Été 85 (François Ozon. Francia, 2020)

Con el sello de Cannes de este año (que es una auténtica gilipollez en plan “¿qué estás ligando? ¿Con mi chica? hacia otros festivales), siempre que estrena Ozon es fiesta. Y por suerte tenemos muchas, porque va a prácticamente a película por año. Quizá sea el maestro francés del disfraz, porque te pasa de Joven y bonita, a Gracias a Dios o Swimming Pool sin apenas tiempo de espera, por ello se está convirtiendo, para mí ya lo es, en el cineasta galo de referencia.

En un resort de Normandía vive Alexis, un rebelde teen con ínfulas de escritor que con voz en off (las mejores voces en off del cine actual son las de Ozon) nos dice que otro chico llamado David la va a palmar y algo pasa con su cuerpo. Y con estos mimbres nos crea una historia de amor romántico, ese primer amor que acaba, ya lo sabemos, un poco regular.

Ozon saca partido de la historia con su habitual mala baba, vuelve el Ozon juguetón de las primeras películas de allá por el inicio del siglo. Se divierte con sus personajes, los pone en situaciones por todos conocidas (pero con dos o tres retorcidas vueltas de tuerca para ser dignas de una película) y finalmente rodea a todo el conjunto de un aura de nostalgia perpetua de una época extraña pero al mismo tiempo reconocible.

Sus actores, como siempre espectaculares, dos revelaciones como Felix Lefevre y Benjamin Voisin (totalmente entregado y con un instinto actoral brutalísimo) acompañados en papeles menores por Valeria Bruni Tedeschi o Melvil Poupad y la presencia de Philippine Velge como Kate, una joven inglesa que completará un extraño triángulo con los protagonistas.

Rod Stewart y su canción Sailing marcan la musicalidad de la cinta, que sin ser de las mejores de Ozon, a mí me ha dejado encantado. Por cómo sortea los clichés, cómo se aleja de Call Me by Your Name a la mínima y por devolvernos (tras dos dramones) a lo aparentemente ligero del cine de Ozon donde le das dos o tres vueltas y la película va ganando en riqueza cinematográfica, ¿son recuerdos veraces los de Alexis? ¿Mezclará en sus escritos sus vivencias con fantasía? Película indispensable de este año que merece todas las suertes en cines del mundo.

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