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miércoles, 24 de octubre de 2018

Crónicas: Seminci 2018 (I)


Por Paulo Campos


Con la coña de que mucha gente pronuncia “Se-Min-Chi” -italianizando algo tan castellano como todo lo que se puede hacer en Valladolid- comenzó la 63 edición del Festival. Uno de los veteranos, sin duda, y con una organización entregada a ello, en la que los distintos teatros de la ciudad te “obligan” -en mi caso, gustosamente- a pasear por Pucela para cambiar de sala de proyección. Público entregado, comerciantes acompañando el evento y ciudad volcada al saber que algo así le hace mucho bien.
Pintoresco es ver a alguno del plantel de la vieja guardia de críticos españoles “derrochar energía” en las butacas de la sala, o a voz en grito contar a su vecino de butaca experiencias pasadas, por supuesto negativas, en otros emplazamientos. Supongo que para un recién llegado como yo, estas cosas llaman a atención, espero no acostumbrarme nunca a ellas. Son la salsa de un festival. También lo es ayudar a un chico por la calle a llegar a los Cines Broadway y que me vaya enterando poco a poco que se trata de Rati Tsiteladze, director georgiano nominado a los European Film Awards por el corto Prisoner of society, y que vi salir 5 minutos después de empezar la proyección porque no había subtítulos. Cosas del Festival, como lo es abordar al final del coloquio a una majísima Arantxa Echervarría y decirle que su película lleva recaudados 400000 euros, que te corrija y te diga que 100000 menos, pero que ponga carita cuando lo dices que con los Goya seguro que llega a esa cifra.

Y además de todas estas cosas, que desde luego a mí me dan la vida y me gustaría que me contaran de un Festival, también hay una sección Oficial que a día de hoy me parece simplemente magistral. Vale que Tu hijo, la película de inauguración, no está ala altura de las expectativas y como dijo Pumares a un amigo en la sala “Si en Málaga proyectan pelis españolas, en San Sebastián también... no te van a quedar pelis españolas buenas, para qué las programas”. Pero quitando ese inicio luego se han visto:


Ingmar Bergman - Vermächtnis eines Jahrhundertgenies (Margarethe Von Trotta, Felix Moeller. Alemania-Francia, 2018)

Acercamiento al genio sueco por parte de dos fans confesos que pretenden mediante entrevistas catalogar la influencia de Bergman en otros y de su propia vida en su cine. La propuesta parece “vaya peñazo”, y hombre, no es la alegría de la huerta, pero no se hace cansina. Y aunque a veces se queda en la superficie, si tiene que atizar al sueco, le atiza. Es un documental recomendable para todos aquellos que flipamos en algún momento o seguimos flipando con lo que hizo Bergman, porque conocemos aspectos de su vida quizá más ocultos que enriquecen su figura, aunque a veces sea algo negativamente.


La Chute de l’empire américain (Denys Arcand. Canadá, 2018)

Venía precedido de buenos comentarios en Toronto, pero es que me ha encantado. Y lo ha hecho por su humor, irónico, ácido, negro, con una mala hostia que se agradece y porque supone un soplo de aire a cualquier sección oficial que se precie. Mediante un atraco (quién lo diría en el cine de Arcand, el mismo de Les invasions barbares) nos plantea un cuento sobre la actualidad, la deshumanización y de cómo una persona ejemplar jamás conseguirá algo en la vida. Un estupendo Alexandre Landry se hace querer para acompañarle en este periplo. Si no hay premio para esta película sería toda una sorpresa y una pena, porque merece publicidad para que la gente la vea y salga pintando corazones y arcoiris en sus vidas.


Gräns (Ali Abbasi. Suecia-Dinamarca, 2018)

La elección sueca de cara a los Oscars es una sorprendente fábula de la que no quiero desvelar nada porque quiero que, como yo, empiecen a flipar con lo que te van contando. Simplemente una oficial de frontera, fea de cojones, que tiene la habilidad de oler cuando alguien quiere entrar con algo que no debería. Pues en una de estas huele a un tipo que le remueve, y no precisamente porque le huela a mofeta. Hasta aquí quiero leer, porque en serio que la deriva de la película, entre Sitges y Karlovy Vary es digna de recordar. Me pregunto que dirán los rancios académicos de Hollywood cuando la vean, ojalá una web cam con la reacción de la docena que votaron hace un par de años a The Theory of Everything como mejor película.


Al-Taqareer Hawl Sarah wa Saleem (Muayad Alayan. Países Bajos-Alemania-México, 2018)

Festival que se precie tiene que tener película palestina a concurso, Valladolid la tiene, y es una película sobre una relación adúltera entre un palestino y un judía, que se va haciendo una bola de nieve en el momento en que él es detenido por un lance sin importancia, pero que llega al servicio secreto involucrando al marido de la mujer. Un punto de partida bueno, en el que algunas reacciones algo ilógicas restan validez al conjunto pero que se ve realmente. Es de esto que dices “pero, ¿por qué no hace esto y se acaba todo?” con lo que sufres un poco al ver que el tío vivo no deja de girar y reparte mareos a todo dios. En fin, una película que se ve muy bien pero que por mucho premio que se le quiera dar no va a ser como otras pelis de la zona que conmueven mucho más.


De momento esto es todo, porque habrá más, y tanto, porque Dogman de Garrone es el punto fuerte del Festival y merece un post más limpito y arreglado. Así que me despido recordándoos que me podéis seguir más al día en mi tuiter, que total somos cuatro gatos @opaulocampos

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