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martes, 19 de enero de 2016

Críticas: La chica danesa

6/10
The Danish Girl (Reino Unido-Bégica-USA, 2015).
Dirección: Tom Hooper.
Intérpretes: Eddie Redmayne, Alicia Vikander, Matthias Schoenaerts, Amber Heard, Ben Whishaw, Sebastian Koch.
Guión: Lucinda Coxon, sobre la novela de David Ebershoff).
Música original: Alexandre Desplat.
Fotografía: Danny Cohen.
Montaje: Melanie Oliver.
Idioma: Inglés, francés, alemán.
Duración: 119 minutos.


Clasicismo vs. transgresión

Por Miguel Delgado

Cada año por estas fechas comienzan los estrenos de películas que posiblemente participen en la próxima edición de los premios Oscar. Finalmente algunas consiguen más presencia de otras, pero la gran mayoría suelen ser nominadas. Y eso que la dinámica y ha cambiado y ahora estos premios parecen salir poco a poco de lo que comúnmente se consideraría como una película “de Oscar”. Y sin embargo, aún se siguen haciendo ese tipo de obras que se han ganado el adjetivo de académicas, con el objetivo de asegurarse una nominación cada vez más remota. De esto sabe mucho Tom Hooper, que consiguió que El discurso del rey (prototipo perfecto de este tipo de cine) se llevase el premio gordo. Tras conseguir entrar de nuevo en mejor película con la abotargada Los miserables, no parece haberse salido mucho de la formula con su último trabajo, La chica danesa, aunque había suficientes elementos para pensar que podría ser algo, como mínimo, interesante. 
La cinta trata la historia de Lili Elbe, nada menos que la primera persona transexual reconocida de la historia. Es sin lugar a dudas una historia que merecía ser contada y sin duda es el factor más potente de una película que, por otra parte y dejando de lado el reparto, se muestra algo falta de personalidad y garra. Hooper es un buen director estético, y su estilo encaja mucho mejor en La chica danesa de lo que lo hacía en la adaptación del aclamado musical de Broadway, pero carece de personalidad espiritual a la hora de narrar los acontecimientos, no hay ningún tipo de implicación en la película por su parte, y lo mismo ocurre con los elementos técnicos como la fotografía de Danny Cohen o la banda sonora de Alexandre Desplat, cuidadísimos aspectos que, sin embargo, solo funcionan para crear belleza estética y no para hablar realmente de los protagonistas.

Así pues, lo clásico y lo transgresor chocan de manera extraña. El guión de Lucinda Coxon consigue esquivar un principio bastante forzado y fluye bien hasta un tramo final algo alargado, en el que no faltan las frases grandilocuentes y los subrayados innecesarios. Por suerte, ese segundo acto resulta bastante natural y emocionante, e incluso consigue un buen equilibrio entre el protagonismo dividido del matrimonio formado por Einar (posteriormente Lili) y Gerda. Eso sí, la película nunca consigue sacar verdadero partido a sus personajes secundarios, y eso que contaba con unos cuantos actores de un gran nivel, como Ben Whishaw (increíblemente anodino) o Sebastian Koch. 
Pero sin duda los destacados son los protagonistas, Eddie Redmayne y Alicia Vikander. El primero ya ha demostrado ser un actor muy físico y visceral, y tras su maravilloso trabajo haciendo de Stephen Hawkins en La teoría del todo, aquí vuelve a demostrar que no tiene miedo a la hora de elegir sus papeles y realiza un gran trabajo, aunque en diversos momentos se encuentra algo afectado de más y hace una repetición excesiva de ciertos tics. Aun así se mete de lleno en la piel de este personaje de comienzos del siglo XX de cabeza y resulta totalmente creíble. Vikander está aún mejor, sin el esfuerzo físico que requiere Redmayne pero con una presencia igual o superior, haciendo que el espectador se ponga en numerosos momentos del relato en su lugar. Ya había demostrado anteriormente ser una actriz más que competente, y aquí nos encontramos con su mejor papel.

Es La chica danesa una historia que, sin duda, merecía ser contada. Pero habría requerido de una mano más personal, más verdaderamente implicada, para poder llegar al corazón de lo que se cuenta. La película es sin duda bonita y emotiva, pero también demasiado preciosista y estética. Y por qué no decirlo, pensada para que les guste a los académicos, que sin embargo todavía no parecen encontrarse a gusto con temas como los tratados. 


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