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martes, 25 de agosto de 2015

¿Y esto ganó en los Oscar?

Por Paulo Campos


Mientras esperamos impacientemente el pistoletazo de salida para esta carrera Oscar 2015, que está a puntito de empezar -porque en menos de un mes empezará el Festival de Toronto o como lo llama Harvey Weinstein “voy a bajar a comprar algo para entretenerme”-, notaréis mi tendencia a hablar de este simpático caballero, que es una mezcla entre Tony Soprano y la cicuta en el vaso de desayunar porque es el que ha cambado la historia de los Oscar.  Su meta como productor no es hacer películas, sino ganar premios. Vamos, como hacen todos y cada uno de los nominados a los Grammy y bien que lo bailáis en donde se baile esa música... supongo que en la cárcel.

Tengo por casa un billete de un dólar que siempre que va a empezar la temporada de Oscars, es decir, de aquí a un par de semanas, lo saco siempre del cajón y lo coloco encima de la mesa del escritorio donde voy a escribir mis artículos para acordarme que es lo que verdaderamente manda en una entrega de premios de arte como es el cine. La única pega del billete es que aparece George Washington y no Harvey Weinstein y a veces me despista, porque, ¿ya me dirán cuál de los dos ha hecho más por la humanidad? Washington sí, vale para que actores posteriores a él se lleven premios por interpretarlo, pero Weinstein ha ayudado a que yo pueda escribir artículos como este donde aparecen mierdacas que alguna vez hicieron a sus creadores pasearse por la alfombra roja debajo de un sombrero enorme por si alguien los reconocía y les preguntaba por su tamaña afrenta al arte.

Para ser justo, he de decir que antes que Wenstein nos enseñara que con dinero -o con presuntas amenazas de partirte las piernas o encontrarte la cabeza de Johnny Depp entre tus sábanas- puedes hacer que una película que no gusta a nadie de pronto sea la que más nos gusta a todos y la votemos para todo, el fenómeno de nominar o premiar pelis basurilla no es nuevo y, desde luego, los Oscar siempre han estado rodeados de este tipo de extrañas elecciones.

Helen Hayes
Si esto fuera una ceremonia no tendría duda en escoger a mi presentadora. Sería Helen Hayes, esta mujer cuyo hito cinematográfico fue el conducir un seiscientos gracioso, ganó dos Oscar. Uno como actriz principal y otro como secundaria. Maravilloso y brillante, hasta que aparece el pero. Resulta que en 1932 ganó por una película llamada El pecado de Madelon Claudet, de la que su propio productor, Irving Thalberg diría, tras un sesudo análisis: “Ganamos el Oscar por una porquería como ésa”. La buena de Hayes no se desanimó y continúo haciendo películas hasta que casi cuarenta años después tendría otro momento de su carrera, el Oscar a la mejor actriz secundaria por Aeropuerto. Júbilo, hasta que recuperamos la opinión de Burt Lancaster sobre la película que él mismo protagonizaba: “Es la mayor porquería jamás hecha”. Así que por estos dos motivos Helen Hayes es una de mis actrices oscarizadas favoritas. Por cierto esas dos fueron sus únicas nominaciones.

Quizá me resulte un poco más complicado el valorar victorias como las de The Broadway Melody, Grand Hotel o nominaciones de los primeros años, porque el bussiness de la época me queda un poco lejos y, aunque era divertido, apenas se hacían locuras en aquel Hollywood, apenas se pasaba de borracheras perennes, fiestas donde había más droga que agua, actores más prolíficos sexualmente que Meg Ryan en febrero del 2000, asesinatos de mujeres en pleno cuelgue,... vamos, que apenas hay donde agarrarse para escribir un artículo interesante. Así que me centraré más en los últimos año que es donde más puede doler a quien esté esperando ver su película favorita en la lista para atacar por Twitter a Tierrafilme o desahogarse contándoselo a sus amig...a Facebook.

Empiezo por “¿y esto ganó el Oscar?”, en la que es mi lista de peores ganadoras de mejor película. Así que allá vamos:

-Gigi ¿Es uno de los peores musicales de la historia? No, porque existe Grease II, pero si uno de los más aburridos, innecesarios y que inexplicablemente tuvieron una ristra de Oscar, cual chorizos, porque la MGM lanzó una campaña brutal para hacerla ganadora. Hoy se ve acartonada, con números inpropios de alguien como Minnelli y que sin embargo, ahí la tenéis como ganadora de mejor película. Si llega a existir Internet en esa época, los académicos tienen que salir de la ceremonia escoltados por los Rangers de Texas.

-El mayor espectáculo del mundo. Cuando pasan esta película por televisión la gente que la ve, durante el minuto y medio en el que ya cambia de canal, se queda como con una sonrisa bobalicona, como cuando vemos a Elsa Pataky decir que es actriz, es una sonrisa de entre lástima por la ternura que produce y de rigidez facial porque no entiendes que alguien, llámese director o cirujano, pueda haber creado algo así. La explicación en este caso es más fácil que explicar el éxito de la Pataky. El director y productor de la película era Cecil B. De Mille y en Hollywood en su época se hacía lo que le salía de la punta del rabo, y si quería ganar un Oscar pues se le daba aunque fuera por el vídeo del despido de un empleado random.

-Chariots of Fire. Los turistas son una de las especies en la naturaleza más tontas, junto con las manadas de ñus se mueven por donde les manda el listo de turno y llegan a sitios que parece que molan pero que en realidad es una tapadera para que los comerciantes de la zona, llámense tenderos o cocodrilos o buitres, valga la redundancia, les sableen en parajes idílicos de cartón piedra más falsos que una moneda de euro y medio o lo que es lo mismo 16 billones de Dragmas. Ese paraje de cartón piedra que parece bonito es Carros de fuego, una película mona, british en el peor sentido de la palabra (Rosa Díez dixit), pero hueca totalmente. Los académicos oyeron campanas porque los británicos iban a invadir las Malvinas de allí a poco y decidieron no llevarles la contraria por si los privaban de adaptar a Shakespeare en las funciones de fin de curso de sus hijos y decidieron votarles no fuera a ser que les sobraran un par de soldados para invadirles.

-Gandhi de Richard Attenborough. Si el propio Gandhi viera la película saldría del cine repartiendo más hostias que Chuck Norris en la pérdida de virginidad de su hija. La película dura algo así como tres días, nos cuenta hasta como el señor éste se lavaba los dientes y sí, el tipo molaba y era guay pero acabas de él cansadico que te dan ganas de votar a Margaret Tatcher. Los ochenta estaban empezando y los académicos querían que fuera una década absurda, cardada y hortera. Gandhi fue su irreflexiva ayuda a que así fuera y anticipara la mierda de década para los Oscars que iba a ser.

-Rain Man de Barry Levinson. Los ochenta terminaban y las drogas que se habían metido al principio de la década comenzaban a hacer sus efectos. Muchos académicos se vieron reflejados en un personaje que tiene dificultades para comunicarse y estar entre las personas normales, por eso necesita fingir ser lo que no es para acercarles a un mundo elitista, carca y malévolo al que nunca le dejarían entrar si se mostrara tal y como es. Después de definir a Tom Cruise me queda decir que la película es un telefilme con un insufrible Dustin Hoffman que gustó porque alguien dijo que tenía que gustar y punto, que eran los ochenta y no había tiempo que perder rellenando un papelito.

-Titanic de James Cameron. Para dejarlo claro, Titanic no es una buena película, podría analizar con detalle su guión, su ritmo, su parecerse más al juego de la oca que a una película, pero me llega con decir, que el exitazo sin precedente, fue el que nubló todo lo demás y poco importó que hubiera 50 películas mejores en su año que el premio estaba dado. Crearon un monstruo al decirle a Cameron que era el mejor en algo y ahora pagan su penitencia. La idea de ser destripados por una horda de adolescentes clamando venganza por no haber ganado el Oscar debió ser suficiente para que los académicos decidieran darle 11 Oscar de los que merecía dos.

-Shakeapeare in Love de alguien que está en alguna cuneta. El truco de los trileros que tan bien funciona en El Retiro lo aplicó Harvey Weinstein con los académicos vendiéndoles una película simpática como algo que merecía premios, incluso para Gwyneth Paltrow cuando era odiada medianamente, más que cuando Brad Pitt le cortó la cabeza en Seven para quitarle los cuernos pero menos que cuando descrubieron que era gilipollas. Weinstein demostró que todo vale por conseguir el Oscar, algo de lo que fue acusado y que jamás, repito jamás, se había llevado a cabo (nótese mi ironía por mi cara al escribir esto que es una mezcla entre la de las rivales aplaudiendo a Sandra Bullock al verla recoger su Oscar y la de los académicos nominando a Leonardo Dicaprio para dejarlo sin Oscar)

-A Beautiful Mind de Ron Howard. Howard es un tipo que siempre me ha dado repelús, y cuando lo vi subir a recoger los Oscar a mejor director y mejor película pensé: “cuando alguien dentro de 20 años vea que película ganó en 2001 dirá, si esto era lo mejor ¿Cuántos muertos hubo en las salas ese año?” ¿Qué coño estaba pensando en Hollywood cuando decidieron que esta película era una ganadora absoluta desde el momento de su estreno? Es un puñetero telefilme de Antena 3, pero no voy a entrar en una crítica a lo que es la peliculita esta, sino a buscar una explicación a su victoria. Tras mucho analizar, esta es mi tesis: Ron Howard tiene amigos que lo temen porque es raro y temían que en realidad el muchacho sea un enviado de Satán y les comiera las cuencas de los ojos. Es la explicación que encuentro más cercana a la victoria de semejante panfleto.

-Chicago de Rob Marshall. El año anterior la mucho más hortera Moulin Rouge estuvo a punto de dar un susto y había ganas de musical. Wenstein volvió a hacer de las suyas y convenció de que sería éste el primer musical ganador del Oscar desde que Zsa Zsa Gabor era mocita y todos tragaron y los que no tragaron se les hizo tragar. Es un musical correcto en el que todavía apreciamos rastros de piel de cara en la cara de la Zellweger. Fue una ganadora de consenso como si esto fuera “American Idol”, porque probablemente fuera la más flojita entre las finalistas pero la que más dinero puso encima de la mesa.

-Crash de Paul Haggis. A ver, la película no es mala, pero en otra edición sería nominada a mejor guión original y ya. La masa afroamerciana (aka Oprah Winfrey) apoyó la película por su denuncia del racismo y, si alguien da más miedo que Weinstein en Hollywood esa es Oprah. Así que una películita correcta se encontró con que era la ganadora del Oscar más sorprendente desde que consideraron a Gladiator como premiable. Años después el propio Haggis reconocería que su Crash no había sido la mejor película de aquel año, probablemente ni de aquel mes. Además consiguió que la suya fuera una película odiada por vencer a Brokeback Mountain, convirtiéndose en una de las injusticias más grandes de los Oscar antes de que la Academia no nominara a Naomi Watts por Diana sólo para que tuviera que verse a si misma en el clip de presentaión y morir de la vergüenza.

Películas recientes como The Artist, Argo o 12 Years a Slave no son las mejores de su año ni de lejos pero digamos que no pueden formar parte de esta lista porque tienen sus virtudes. Incluso Rocky, que sin ser una mala película, es vergonzosa su victoria comparándola con sus compañeras de nominación.

Hasta aquí el repaso y fijáos que sólo me he detenido en aquellas que resultaron ganadoras, porque el mundo que se abre con las que fueron nominadas, imaginaos lo que da de sí una lista con Avatar, The Help, The Blind Side, Shine, Ray, Chocolat, Philomena, “The Curious Case of Benjamin Button”, Aeropuerto, La túnica sagrada, ... vamos, una fiesta. Pero bueno, tiempo hay para recuperar este tipo de rankings donde descargar toda la frustración hacia la Academia de Hollywood, lugar donde los sueños y las pesadillas se hacen realidad.

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