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domingo, 14 de agosto de 2011

Una mujer en África

White Material (Francia-Camerún, 2009).
Dirección y guión: Claire Denis.
Intérpretes: Isabelle Huppert, Christopher Lambert, Nicolas Duvauchelle, Isaach De Bankolé, William Nadylam.

Guión: Claire Denis, Marie N'Diaye, Lucie Borleteau.
Música original: Stuart Staples.
Fotografía: Yves Cape.
Montaje: Guy Lecome.
Idioma: Francés.
Duración: 106 minutos.




Una mujer obstinada

Estrenada esta cinta casi de tapadillo y con un, supongo, corto recorrido en cartelera; sigue siendo un misterio aparte, de nuevo, comprobar cómo ciertos títulos pueden llegarnos a las pantallas españolas con años de retraso. Misterios insondables de nuestra distribución y tema abierto del que poder seguir discutiendo en otro momento. Siempre quedará el DVD para quienes hayan estado interesados pero no llegaron a verla en pantalla grande.

White Material, mucho más acertado título original de esta película, se construye en torno a la figura de su protagonista, María, una Isabelle Huppert maravillosa (por no decir tremenda); que vuelve a cargar con uno de esos papeles extremos de mujer obsesionada, obstinada, en esta ocasión por la defensa de unas tierras, de un ideal perdido y por negarse a aceptar la realidad más cruda.

Viviendo en el cómodo occidente en la era de la globalización nos llegan constantes noticias y referencias de enfrentamientos, de luchas y guerras étnicas internas en lo más profundo del continente africano. Las contemplamos con la frialdad que nos da el callo endurecido que creció en nuestras conciencias tras repetidos visionados de algo que nos parece tan inexplicado como alejado de nuestro cotidiano y palpable día a día. Ya nos pueden informar de la masacre de cien mil lugareños por parte de sus propios hermanos que pasamos a la información meteorológica en treinta segundos sin ser conscientes del horror que nos acaban de mostrar.

La gran labor de Claire Denis es este arriesgado (formal y narrativamente hablando) trabajo consiste en transmitir con aparente fluidez el surgimiento de uno de esos levantamientos populares que generan constantes luchas contra el poder, normalmente corrupto, que vive instalado en la mayoría de esos países africanos a los que hace referencia el film, así como el poco valor de una vida humana en ciertas culturas, el odio que puede nacer casi de la nada, el descontrol de los pocos recursos y medios (comunicación incluidos) y el miedo e impotencia de quienes quieren mantenerse al margen de forma casi imposible. Un miedo que les obliga a huir, a trasladarse, o a vivir en constante estado de alerta.

También se refleja muy bien el espíritu de aquellos que durante un tiempo se sintieron dueños de un suelo que nunca les perteneció, que nunca fue suyo, sino del que se apropiaron, que se repartieron a su gusto creyéndose superiores, creyendo que traían la prosperidad donde sólo había miseria. Esa época de colonialismo pasó, pero nuestra María quiere seguir imaginando que tendrá la mano de obra que pide porque ella es la que paga, porque a ella (a ellos) la guerra le esquivará, porque su plantación de café es una burbuja. Una burbuja donde, mientras todo se desmorona, crece la locura, de forma literal en ese hijo desganado y sin futuro, y de forma más intangible en esa cegada terrateniente.
Puede el estilo de la directora, lindando lo contemplativo, hacer a muchos desentenderse durante el metraje. No es cine de masticación fácil. No hay una estructura clásica. No hay demasiadas respuestas. Sólo se roza el naturalismo para “sencillamente” enseñarnos (en dos de las acepciones del verbo enseñar: mostrar y educar en el conocimiento). Que cada cual saque conclusiones.

Las mías son claras. África, especialmente más al sur del desierto sahariano, es un solar abandonado a su suerte (y cuando aparece el hombre blanco a imponer su paz no lo ha sabido manejar hasta el día de hoy) y no está mal que, en ocasiones, te hagan remover por dentro una pizca de mala conciencia por saber que eso es así y más si lo hacen con talento, con crudeza, sin aditivos, sólo con una cámara y una ficción tan real como los son, aunque casi ya ni nos parezcan, las pasajeras noticias del telediario que no nos tocan el bolsillo.




Jorge R.






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