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domingo, 8 de septiembre de 2019

Críticas: Infierno bajo el agua

4/10
Crawl (Estados Unidos-Serbia-Canadá, 2019).
Dirección: Alexandre Aja.
Intérpretes: Kaya Scodelario, Barry Pepper, Morfydd Clark, Ross Anderson, George Somner.
Guión: Michael Rasmussen, Shawn Rasmussen.
Música original: Max Aruj, Steffen Thum.
Fotografía: Maxime Alexandre.
Montaje: Elliot Greenberg.
Idioma: Inglés.
Duración: 87 minutos.

Cocodrilos en la tormenta


Por Manuel Barrero Iglesias


Una película que en su sinopsis habla de un huracán y en su cartel nos enseña un cocodrilo. De inmediato a uno se le viene a la cabeza Sharknado (2013) y productos similares. Y en la dirección Alexandre Aja, responsable de la magnífica Piraña 3D (2010), auténtico festín cómico que también mantiene evidentes parecidos temáticos con esta Infierno bajo el agua. Uno de los problemas a los que se enfrenta el espectador (o el crítico) a la hora de ver una película es el de las expectativas. En este caso, pensábamos más en la fórmula utilizada con las pirañas asesinas que en un film de corte más serio. Y con toda su serie b, por supuesto, nos encontramos en este segundo caso.

Rápidamente nos damos cuenta de que el humor será relegado a un segundo o tercer plano. En su lugar, el film incide de forma insistente en un conflicto padre-hija que no interesa lo más mínimo. El cine de género puede ser un recurso perfecto para hablar sobre relaciones humanas (ahí está Ari Aster), pero también es frecuente que se utilicen ciertos clichés (muy sobados) de esas relaciones para darle una apariencia más trascendente a productos ni deberían jugar a eso, ni lo necesitan. Estamos algo cansados de esas coartadas que parecen más fruto del acomplejamiento que de la reflexión en productos que son (o deberían ser) entretenimiento puro y duro.

Así, ese conflicto superficial estorba en vez de ayudar a que la acción avance. La película gana mucho cuando se centra en el suspense, y ahí es donde Aja despliega sus mejores virtudes, confeccionando un producto de terror ideal para consumir en una tarde veraniega. El director consigue mantener la tensión en todo momento, sacando el máximo partido a su reducida localización y sus escasos personajes.

¿Hubiera sido mejor con más sentido del humor? Quién sabe. También es cierto que la fórmula de la autoconsciencia y el posmodernismo anda ya algo gastada. No está mal eso de volver al relato clásico, el de hacer una cinta de género sin más pretensiones que mantener un rato en vilo a la audiencia. Pero para eso tampoco es necesario meter con calzador conflictos familiares de saldo.




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