Social Icons

jueves, 5 de septiembre de 2019

Crónicas: Venecia 2019 (VI)


Por Paulo Campos


Lunes del Festival. Amanece menos caluroso que en jornadas anteriores, lo cual no sabéis bien lo que se agradece, porque hacer colas con 28 grados y una humedad parecida a la que hay en la sauna de la piscina municipal, es un poco deporte de riesgo. Es desde esta fecha cuando se empieza a notar la deserción paulatina de muchos festivaleros, pese a que en la jornada de hoy se pasa película italiana y esto aquí es sagrado. Os cuento también que ayer estuvo por aquí Nate Parker presentando su película. ¡Ah! Y Spike Lee con él. Y después de las críticas de mierda que ha tenido, lo siento por no poder verla. Sigo trabajando en el don de la ubicuidad, pero de momento sin resultados. Lo más importante que ha dicho es que se disculpaba por la reacción que tuvo hace un par de veranos cuando de ganador absoluto de todos los premios paso a ser el violador que había provocado el suicidio de la mujer agredida, y va y se excusa diciendo que “como soy padre de familia ya he cambiado, soy padre de chicas, tengo mujer y madre, bla bla bla”. Vamos, que hizo el hueco de su tumba cinematográfica aún más grande. Ahora se presenta como representante de la comunidad negra, pero no sé yo si habrá redención posible. Desde luego con esta American Skin no lo va a conseguir, porque dudo que la venda a alguien. Pero como viene siendo habitual, voy a parafrasear al gran filósofo Homer Simpson para decir “vives en el pasado, Marge”; y lo importante es que hoy estará en el Lido Timothée Chalamet, que estoy seguro que aportará entrevistas interesantísimas, saber estar y sobriedad (modo ironía off). Vamos, que se paseará por la alfombra roja con el colocón habitual, a ver si en su peli al menos convence.



Martin Eden (Pietro Marcello. Italia-Alemania-Francia, 2019)
Sección Oficial

La primera de las adaptaciones literarias del día es la versión a la italiana de la novela de Jack London; sobre arribismo, lucha de clases y amor por la escritura, que marcó a muchos durante su final de la adolescencia. Marcello hace suya la novela y la localiza en una Italia prebélica. Ruth es Elena, los secundarios se enfundan de ciertos clichés para italianizarlos y el discurso político lo adapta a la forma italiana de entender el socialismo, si es que hay varias.

El aciertos es mezclar las imágenes de ficción con otras reales de archivo que dotan de fuerza, credibilidad y facilitan el entender la psicología de los personajes, sobre todo Martin, que es el más trabajado. Por contra, las sombras se producen (para ser justos también las tiene la novela) en la profundidad de los personajes. Si de algo peca Jack London es de anteponer los sucesos a sus protagonistas, estos se mueven sin razones profundas aparentes y quedan a veces como meros peleles en favor de la narración. En esta versión italiana se repite este factor, poniendo así en un posible disparadero de intranscendencia a todos sus personajes.

Como película tiene más luces que sobras, momentos de mágico realismo, de intención de aportar. Y a ello contribuye la interpretación de Luca Marinelli, lo mejor y más cuidado de la película, aún con ciertos saltos abruptos en su vida, como esos años de más de pronto y un cambio total inexplicado. Sin embargo, sí tengo que nombrar aquí a Jessica Cressy, que da vida al amor de Martin, de elevada clase social e inalcanzable para alguien de su estatus. Pues bien, además de un error de casting absoluto, es una pésima actriz que estropea muchas de las secuencias en as que aparece.

No es que haya causado un gran revuelo en su pase, pero quien más y quien menos ha disfrutado de las dos horas de película, por sus intenciones, su producción cuidada y una interpretación a la altura de un palmarés (aunque en ningún caso a la altura de Phoenix o Driver)


The King (David Michôd. Australia-Estados Unidos, 2019)
Sección Oficial-Fuera de concurso

“Una vez más la brecha, queridos amigos” decía Enrique V en una de sus frases más célebres. La recojo aquí para comenzar la crítica de la enésima adaptación de una obra de Shakespeare, esta vez de manos del propio director y del renacentista Joel Edgerton. Había dudas de qué producto nos traería Netflix, porque al situarse fuera de concurso ya no sabe uno que esperar, la verdad. El resultado fue una división grande de opiniones, que se centra en analizar si la interpretación de Timothèe Chalamet es digna de la base o si, por el contrario, no es más que una rememoración para un trabajo de instituto para millenials con ínfulas.

Por partes; la adaptación sigue más o menos fiel la historia, las tetralogías, del maestro inglés. Y, vamos, básicamente he de decir que sí, que la historia del rey inglés se recoge en su justa medida; de un borrachín juerguista, Enrique reacciona a la muerte de su padre confirmándose como el rey que ha nacido para serlo. Primera prueba de fuego para el actor. Y sí, la parte de juerguista, correcta. Pero la parte esa del clic mental de Enrique me cuesta más verla en Chalament. Tampoco es que en el libro esté muy explicada, pero aquí en una escena no logra convencerme del todo ese amor por el trono y sabiduría política que supongo estaría guardada en una botella de absenta. La segunda parte es donde mejora la película, el planteamiento de la batalla de Azincourt y la misma (aunque bebiendo de Juego de tronos claramente, qué difícil es ahora rodar batallas y resultar épico sin tener este tipo de comparaciones) están bien rodadas y es donde Chalamet se crece. Sí, el discurso del día de San Crispín hace aumentar las acciones de su interpretación, y finalmente un epílogo ensayístico y fiel al libro me llena lo suficiente para destacar la película como una de las sorpresas positivas de esta edición. Donde no esperaba nada, encontré una película más que correcta.

Aunque el resto sea comparsa, sí destaco la interpretación del propio Joel Edgerton como un Falstaff más entregado a la narrativa que a la propia obra. Y a Robert Pattinson, pero a este de forma negativa. No se puede entender ni su presencia ni su interpretación como si no fuera parte de una broma privada entre director y actor, porque parece sacado de una comedia de instituto de James Franco. Por lo demás, una ambientación cuidada, trajes raídos y grises, todo muy gris, igual que la abusiva fotografía de claroscuros.


Rialto (Peter Mackie Burns. Estados Unidos, 2019)
Orizzonti

Digamos que no entré con buen pie a ver la película. En su entrada en la sala, el director -calado con una visera como si Spike Lee se tratara- no tuvo ni la decencia de quitársela para ver su propia película. Cruzao, macho. Luego confirmo que vino a Venecia con una película que pretende ser innovadora en su planteamiento, pero que envuelta en formas de telefilme de la peor calidad. No consigue interesar en ningún momento, pese a que los actores pongan todo en ello.

Un hombre común, una figura paterna negativa recientemente fallecida que lleva al protagonista a experimentar un descenso a los infiernos que venía guardando bajo llave y por las apariencias a su entorno, su familia y a sí mismo. Así, el alcohol, la prostitución masculina y el tirarse en playas como si estuviera desesperado en una secuencia vergonzosa, conforman el hilo conductor de la película. Ni la relación entre chapero y protagonista, que pretendidamente sustentaría el film, consiguen que me interese algo por la vida de este antipático ser.

Vale que Tom Vaughan-Lawlor lo da todo, crea un personaje de la nada y hasta sus andares recrea, pero no puede hacer nada con una historia ya conocida, poco interesante y finalmente fallida por planos absolutamente amateurs. Desde luego que la sección Orizzonti está dejando bastante que desear esta edición.

Chola (Shadow of Water) (Sanal Kumar Sasidharan. India, 2019)
Orizzonti

Generalmente los pases a los que acudo para ver Orizzonti son en la Sala Darsena a las horas centrales del día. Es una sala muy grande, unas 1400 butacas, y en estas sesiones la película se proyecta con el equipo del film en sala, generalmente intérpretes y directores. Lo lógico es que al final los aplausos arrecien y todos nos conjuramos para aplaudir más de la cuenta, la mayoría de las veces, a los allí presentes. Si conté tres segundos de tímido aplauso tras la proyección de la película, creo que me pase un montón, porque ¿quién puede aplaudir una película que te tiene viendo una hora a una actriz malísima hiperventilando y llorando golpeándose la cabeza?

El resumen es una pareja de novios debe ir a un pueblo y van con el supuesto jefe del chico, éste último la trata regular y se van a un río donde tratarán de saldar cuentas unos con otros. O algo así. La cuestión es que son apenas estos tres personajes y si dicen tres frases distintas en toda la película ya es mucho. Gritos, lloros y empujones del grande al pequeño es todo lo que vemos en pantalla. Desagradable, antipática e innecesaria. Una real pérdida de tiempo y una película que no recomiendo ni a mis peores enemigos porque los personajes no tienen sentido alguno, no entiendes por qué reaccionan así y, vamos, es que ni te importa, sólo quieres que ese río acabe con ellos igual que lo han hecho ellos con tu paciencia.

La peor película que he visto en esta edición. Sin duda


The Painted Bird (Václav Marhoul. República Checa-Ucrania-Eslovaquia, 2019)
Sección Oficial

Con el pase de la película checa a concurso oficial nos íbamos a casa reflexionando sobre hasta qué punto el tener talento para rodar, como indudablemente lo tiene Marhoul, te permite someter al espectador a evaluar hasta donde es capaz de aguantar la provocación que tiene delante, en la pantalla del cine. Vayamos poco a poco.

La premisa de la película -en blanco y negro, con algunos actores de renombre como Stellan Skarsgard, Barry Pepper, Harvey Keitel, Udo Kier o Julian Sands, tema holocausto y con protagonista infantil- pintaba a película a señalar con rotulador fosforito de cara, no sólo a este premio, sino a muchos de los que se avecinan. Tras el pase, la duda corroe, porque la reacción ha sido que al director le gusta provocar y minar hasta límites pornográficos la paciencia y el aguante del espectador. Porque no sólo nos retrata los horrores de una guerra, también los que sufren los niños, las mujeres, los oprimidos, los enemigos, un recital de desgracias que sufre el protagonista que no hace más que preparar al espectador para “vale, que va a tocar ahora que supere esto”. Conformada como pequeñas historias, a cada cual más cruel, explícita y provocadora con el protagonista en un mundo lleno de violencia, incomprensión, insolidaridad y vicio perpetuo.

La razón de la dualidad de opiniones es que con una forma de rodar hábil y preciosista, ayudado por una apabullante fotografía, el director opta por retarnos a ver cuál es nuestro límite de aguante en una sala de cine. Las pruebas son infinitas violencia animal, humana, sexo, zoofilia, gore, torturas, guerra... todo lo junta en raciones cada vez mayores y menos cocinadas, haciendo ver a los personajes como meros instrumentos de tortura, no sólo para sus personajes, sino también para sus espectadores.

La polémica está servida, la provocación en marcha, la pregunta: ¿No es una doble pérdida desaprovechar un talento ante la provocación más barata de las vistas este año? Es difícil responder, y más si de aquí sale la película reforzada. Igual con una explicación de que la individualización de todo mal en un niño (que está estupendamente dirigido e interpretado por Petr Kotlár) es una alegoría a todos los niños que sufren podría haber remediado algo el torture porn. Pero no, se ceba en él para demostrar que los sentimientos hacia el otro no es lo que se lleva. Después de esto te dan ganas de ver Love Actually, por lo menos.

Así, con polémica, termina el lunes en Venecia. La afluencia de público ya se nota menor y de aquí al sábado cada vez más, hay mucho a lo que atender y las estrellazas ya pasaron por aquí, ahora a esperar que de lo que queda alguna dé la sorpresa y nos haga disfrutar. Por lo pronto, mañana Roy Andersson, León de oro por Una paloma se sentó en una rama a reflexionar sobre la existencia, presenta su nueva película. Espero que esté a la altura de ésta, que me encantó. Y viene Atom Egoyan, en horas bajas desde... ¿ha tenido alguna alta desde The Sweet Hereafter? Tratarán de convencernos. A ver si lo consiguen., por mí que no quede.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
 
Blogger Templates