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sábado, 7 de septiembre de 2019

Crónicas: Venecia 2019 (IX)


Por Paulo Campos


Llega la penúltima jornada que estaré por Venecia y el cansancio ya se nota en los cuerpecitos y en las cabecitas. Además de no saber ni en qué día vivo, se acumula el sueño (prometo que no me he dormido más de 15 segundos en ninguna película), las idas y venidas del vaporetto (voy a proponer un crowfunding para el año que viene, para que me pueda quedar en el Lido sableándome por doquier). La jornada de hoy se presenta apenas huérfana de películas a concurso en la sección oficial, ya que sólo la película portuguesa entra hoy en liza. Por lo demás, entre ver tres de Orizzonti o tirarme en manos de una película italiana fuera de concurso me quedo con lo primero, así recorro mundo.



A Herdade (Tiago Guedes. Portugal-Francia, 2019)
Sección Oficial

Esta película supone el debut en solitario de Guedes en la dirección. Tiene películas anteriores, siempre acompañado por Frederico Serra. Así pues, espectacular que su puesta de largo sea a competición en el festival de cine más antiguo del mundo. La propuesta traía miga, porque tres horas de película siguiendo la vida de una familia desde los años 40 hasta nuestros días se antojaba ambiciosa y fácilmente se prestaba a abandonarse a los brazos de Morfeo en algún momento. Varias cosas me sacaron del empeño. La primera es que es escuchar portugués y me enamoro. Y la segunda, y quizá más importante, hacía un frío del carallo en la sala.

Al final, la historia de la familia -con una de las más grandes tierras en Portugal- no es tan peñazo. Se deja ver porque la primera hora nos enseña ese Portugal viviendo las jornadas históricas de la Revolución de los Claveles (sí, canté Grandola Vila morena) y consigue que mi interés no se quede sólo en el culebrón que suponen los líos de faldas del patrón, sino que esa relación de trabajadores con él y lo que va a suponer la caída del régimen del asesino Salazar. Por lo demás, ya la segunda parte si cae en el folletín más telenovelesco, olvidándose para mi desgracia de la parte más política de la cinta y asumiendo que el espectador debe interesarse por la segunda generación de señoritos.

La factura técnica es aceptable, una fotografía muy solvente aunque tendente al telefilme de calidad, y una ambientación correcta, aprovechando los espacios y ajustándose a un presupuesto supongo que asfixiante. Los actores en general correctos, siempre la figura de Albano Jerónimo que lleva todo el peso de la película en las dos etapas principales, el año 73 y el 91.

Contagiados por el ambiente, o más bien que la película no daba para mucho más, la acogida fue más bien tibia, pequeños aplausos y comentarios jocosos entorno al “inseminador” (sic) protagonista. Vamos, que no ha entusiasmado en el Lido, tal y como era de prever. Que a estas alturas ya puede venir una obra maestra que parte con todo en contra para conseguir las loas de los profesionales de la crítica (también de los que no lo son, aun más)


Borotmokmedi (The Criminal Man) (Dmitry Mamuliya. Georgia-Rusia, 2019)
Orizzonti

Como criminólogo, la propuesta de base de esta película georgiana no me podía resultar más interesante. La historia de un hombre que tras presenciar un asesinato “cae rendido” al noble arte de matar e inicia un descenso a los infiernos de la mente que le lleva a convertirse él mismo en un asesino. El proceso de descomposición de una mente es el eje central, pues, de la película. Hasta aquí todo genial pero, ¿por qué hacer para esto una película de dos horas y cuarto que además es aburridísima?

Pues ya estaría. Esto es todo lo que tengo que decir de esta película que busca impactar mediante los ojos del protagonista, cómo se quedan cada vez más fijos, mostrando así que está regular de lo suyo. El resto, una chamana que no tengo ni idea qué pinta en la película, gente que parecen fantasmas consumidos por la vida que van solicitando morir de una forma más activa que de languidez supina. En fin, que una decepción el desperdiciar lo que sería una buena historia si no se pretendiera ir de gafapasta a meterse a jurados snobs en el bolsillo.

Una anécdota: me senté prácticamente al lado del equipo y delegación georgiana de la película. Dos mujeres jóvenes -una a tres asientos del director y otra en la fila de atrás- no pararon de MIRAR EL PUTO MÓVIL durante toda la película. En fin, si tu equipo ni te respeta, te voy a dar yo una buena crítica. ¡Hombre ya!


Nevia (Nunzia De Stefano. Italia, 2019)
Orizzonti

Matteo Garrone produce el debut tras la cámara de Stefano, que ya trabajó con el italiano en varias de sus películas, Gomorra entre ellas. Así pues, no resulta extraño que Nunzia se sintiese atraída por contar una historia de esos perdedores, de esos habitantes de los barrios más pobres y peligrosos de Italia. Nos vamos a Nápoles, claro. Allí vive con su abuela una adolescente y su hermana, acostumbradas a buscar aquí y allá un poco de dinero con el que tirar para delante. Tenemos de todo lo que pedimos en una película italiana mafiosillos de poca monta: prostitución, una abuela coraje con secretos, una tía cariñosa y graciosa dispuesta a ayudar siempre y finalmente un ansia de libertad reflejada aquí en un circo.

Pues si después de todo eso ya queremos que sea una buena película, pues creo que no la vamos a encontrar aquí. Situaciones mil y una veces vistas, niña con frases graciosas para relajar la tensión -si es que la hay- y un airea telefilme que tira para atrás. Es una película fácil de ver, de digerir y con ese puntito de melancolía tan sureña. Los intérpretes están correctos y el aplauso final de la sala fue grande, estamos en campo local, era obvio. Otra cosa es que lo merezca.

¿Quién hace la selección de películas italianas en Orizzonti? Porque creo que en estas dos ediciones que llevo, sólo Sole -única película que me perdí de esta sección- es digna de figurar en un festival de este calibre.


Zumiriki (Oskar Alegria. España, 2019)
Orizzonti

Hasta el último día hubo que esperar para que la tercera película con participación española se pasara en la salas del Lido. Lo hace también en la sección Orizzonti, y, particularmente, tenía ganas de ver qué era lo que tanto les había llamado la atención a los programadores del Festival, que el día de la rueda de prensa hablaron de la película casi como un milagro mágico. No lo es, pero tampoco es un truco que sale mal.

Oskar Alegría nos quiere hacer cómplices de su memoria de infancia. En donde él y su familia tenían una isla en medio de un río, un zumiriki, que por la construcción de una presa hoy ha desaparecido. Esto le sirve para mostrar cómo el tiempo, el pasado y la memoria funcionan en nuestra mente distorsionando la realidad. Para ello, decide acudir a ese país de la infancia y pasar cuatro meses en una cabaña en medio del bosque, al lado de su río, donde veía a un misterioso vecino en la otra orilla, donde la naturaleza se hace fuerte y dominadora y donde el tiempo corre a la velocidad que uno lo percibe.

Es un documental, pero también es ficción. Nos muestra con varias cámaras la vida de Oskar en esos cuatro meses, comparte vida con animales, pregunta a vecinos y habla, habla en euskera, habla en español, hacia con la naturaleza. ¿Es pretenciosa? Totalmente, nos cuenta de mil formas la filosofía de vida de una persona que aparentemente hace lo correcto, enseña y moraliza al espectador. Esto es lo más irritante, y falla en el momento en que se pone delante de las cámaras. No puedo ver naturalidad ahí, sólo veo a una persona que sabe que se está grabando y actúa para ello. Es un juego de realidad y ficción, pero es lo que más me separa de la película.

Me gusta, sin embargo, el riesgo de la propuesta, casi kamikaze, la exposición al rechazo de los primeros minutos (si en el pase de prensa desfiló gente, no quiero imaginar mañana en el pase de público). Se le ven las costuras, se le adivinan las intenciones, se pasa de frenada queriendo ir de listo, pero si le das una oportunidad podrás verte tú mismo reflejado en pantalla buscando tu propia zumiriki personal.

Y hasta aquí el día de hoy, mañana último día donde se pasan dos película de sección oficial. Si esta semana estaba de adorno, porque desde el lunes Martin Eden no ha habido nada que pueda contar para un palmarés serio, anda que pintan mal las dos películas de mañana. Eso sí, Johnny Depp ha llegado, porque he visto barcos repletos de alcohol llegando al Lido. Veremos la rueda de prensa si no le da por hacerla cantada.

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