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martes, 20 de noviembre de 2018

Críticas: Dogman


8/10
Dogman (Italia, 2018).

Dirección: Matteo Garrone.
Intérpretes: Marcello Fonte, Edoardo Pesce, Nunzi Schiano, Adamo Dionisi, Francesco Acquaroli, Alida Baldari Calabria.
Guión: Mauricio Braucci, Matteo Garrone, Ugo Chiti, Massimo Gaudioso.

Música: Michele Braga.
Fotografia: Nicolai Bruel.

Montaje: Marco Spoletini.
Idioma: Italiano
Duración: 102 minutos.



Perros tratados como humanos y humanos como perros

Por David Sancho

Marcello, dueño de una peluquería canina situada en un barrio marginal de Roma, tiene una existencia bastante apacible, pero de vez en cuando se relaciona con Simoncino, un criminal que está fuera de control. Al principio se trata de pequeños trapicheos, pero cuanto más se descontrola Simoncino, más exige a Marcello, el cual ve peligrar todo lo que tiene.

Matteo Garrone dirige una película violenta, directa y desasosegante. Consigue con suma habilidad que empaticemos con su protagonista a pesar de sus malas decisiones y que suframos cada segundo de película. Sabemos en todo momento que la situación se va a complicar para Marcello y sufrimos por anticipado pues le sabemos el extremo débil. Sin dinero, sin fuerza física, parece estar a merced de Simoncino, el cual rara vez muestra apego por los demás.

Una película que sabe aportar sentido del humor para rebajar el nivel de tensión en el espectador y que maneja el tempo a la perfección. La ambientación le otorga un toque de suciedad extrema que realza la sensación de desamparo de Marcello. No se trata de una película agradable para el espectador, es violenta, está cargada de rabia y muestra como una buena persona actúa cuando se ve desesperada. Un retrato de los instintos humanos más primarios, de la lucha por la supervivencia.

Y esencial para que todo funcione es su reparto. Pero hay que mencionar por encima de todos a su protagonista, Marcello Fonte, ganador en Cannes por este papel. Actuación memorable, aparentemente sencilla pero capaz de trasmitir tristeza y alegría con la misma facilidad. Gran parte de la culpa de que esta película funcione es suya. Está magistral, y punto.

Probablemente una de las películas del año, pero por desgracia, no para todo el mundo. Abstenerse aquellos que no disfruten sufriendo en una sala de cine. Aquí se sufre y mucho. Y ahí está su encanto, en saber llevar al espectador del alivio al agobio extremo con facilidad y sin demasiados artificios, por conseguir que ya no es que empaticemos, sino que sintamos que estamos sufriendo lo mismo que Marcello, que nos embullamos en la película a pesar de su fealdad y que no queramos salir de ella. Una película por la que da gusto pagar.



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