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miércoles, 22 de noviembre de 2017

Crónicas. Gijón 2017 (I)


Por Alberto Gallardo



El futuro que viene (Constanza Novick. Argentina, 2017)
Película inaugural

La atípica película de apertura de la sección oficial del FICX corrió a cargo de la debutante Constanza Novick, cineasta argentina que pasa a engrosar la interesante nómina de jóvenes realizadores latinoamericanos que se apartan con audacia del canon comercial para explorar los márgenes de las relaciones humanas. Producida por el realizador de culto Lisandro Alonso (aunque muy alejada del experimentalismo de las obras que ha dirigido), la película compone un relato en tres tiempos sobre la amistad de dos mujeres en el que cuenta tanto lo que se dice como lo que se calla; lo que se muestra como lo que se oculta en las decisivas elipsis que separan los diferentes episodios, sin que por ello deje de entenderse la evolución y el deterioro del vínculo entre ambas mujeres. Dolores Fonzi y Pilar Gamboa están espléndidas en la piel de las protagonistas en la etapa adulta, como también las jóvenes actrices que las replican en la etapa juvenil.


Los fantasmas de Ismaël (Arnaud Desplechin. Francia, 2017)
Sección oficial competitiva

Desplechin es sin duda uno de los autores clave del cine francés contemporáneo. Directamente emparentada con su anterior Tres recuerdos de mi infancia, la película que inauguró el último Festival de Cannes, propone una intensa exploración de las heridas que impone la pérdida y el paso del tiempo, a través de una intrincada narrativa en la que se difuminan las fronteras entre realidad y ficción, presente y pasado e incluso sueño y vigilia. Es fácil perderse en el complejo laberinto emocional que construye el cineasta en un guion que pretende abarcar demasiado, pero la intensidad de varios de sus pasajes, la calidad de un reparto de campanillas (Amalric, Cotillard, Garrel, Gainsbourg…) y la audacia de su puesta en escena son innegables. Una obra irregular pero muy valiosa, que compite en Gijón con su versión íntegra tras pasar por Cannes con un montaje recortado.


Scary Mother (Ana Urushadze. Georgia, 2017)
Sección oficial competitiva

La razón de ser de los festivales de cine, a menudo excesivamente afanados en cubrir cuotas de diversa índole, debería ser el rescate y relanzamiento de obras insólitas que difícilmente alcanzarían distribución internacional de no ser por el trampolín que supone su proyección en determinados certámenes. Puede ser el caso de Scary Mother, arriesgada película georgiana (que pasó con éxito por Locarno) sobre la fina línea que separa la locura de la lucidez a través del filtro de una torturada madre de familia que escribe una violenta obra poética haciendo trizas la realidad que la rodea desde su adolescencia. La espléndida protagonista Nato Murvanidze, firme candidata a premio, nos guía en un opresivo viaje a los infiernos de la psique y las miserias ocultas tras la cotidianidad de la mal llamada ‘gente corriente’


Pour le réconfort (Vincent Macaigne. Francia, 2017)
Competición oficial Rellumes

Gijón posee una segunda sección competitiva dedicada a obras si cabe más autorales y esquivas de las que pueblan la selección oficial. Como muestra, la francesa Pour le réconfort, debut como realizador del popular actor Vincent Macaigne (Edén, Les deux amis, La ley de la jungla), que pone el foco en la ruptura social y generacional entre personajes que simbolizan estratos sociales y etapas vitales que chocan irremediablemente como paradigma de un confuso estado de enfrentamiento a ras de calle en nuestra aturdida Europa. El discurso político se filtra a partir de una batalla que en apariencia es personal e íntima pero que termina evidenciando conflictos morales muy de aquí y ahora. El filme es excesivo en su rabiosa dialéctica entre personajes masculinos y su desaliño formal le resta atractivo, pero aun así supone un debut prometedor de un realizador con mucho por decir.


Weirdos (Bruce McDonald. Canadá, 2016)
Enfants Terribles

En la sección dedicada al público juvenil, el FICX programa Weirdos, una blanquinegra road-movie canadiense que une a dos adolescentes en un viaje hacia de autodescubrimiento que flirtea con el tópico mientras toma un par de interesantes desvíos que la mantienen a un palmo de la monotonía. Las apariciones de un espectral Andy Warhol o un accidentado reencuentro familiar, aportan pinceladas de originalidad sobre unos cimientos excesivamente explotados por el sello Sundance durante las últimas dos décadas. La propuesta de McDonald no enamora, pero se sostiene con solvencia gracias a su ajustado metraje, a la banda sonora que ameniza el trayecto y sobre todo al buen trabajo de sus jóvenes protagonistas.

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