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domingo, 10 de julio de 2016

Críticas: Mi amigo el gigante

6/10
The BFG (Reino Unido-Canadá-USA, 2016).
Dirección: Steven Spierlberg.
Intérpretes: Mark Rylance, Ruby Barnhill, Penelope Wilton, Jemaine Clement, Rebecca Hall.
Guión: Melissa Mathison, sobre el cuento de  Roald Dahl.
Música original: John Williams.
Fotografía: Janusz Kaminski.
Montaje: Michael Kahn.
Idioma: Inglés.
Duración: 117 minutos.

Fantasía plomiza

Por Miguel Delgado

Steven Spielberg suele estar habituado a, tras un parón de unos pocos años, encadenar dos proyectos seguidos que se estrenan con menos de un año de diferencia. Cuando esto ocurre suelen ser buenas noticias, ya que un mayor nivel de producción no fue nunca indicador de merma en la calidad de las películas. No hay más que pensar en 1993 encadenó La lista de Schindler con Parque Jurásico, ¿Cuántos directores pueden presumir de haber estrenado dos películas de este calibre en menos de doce meses? Ahora, tras haber asistido a final de 2015 su revisión de la Guerra Fría en la estimable El puente de los espías, nos entrega un cuento infantil que se sitúa en la cara más descaradamente fantástica de su cine.

Mi amigo el gigante es una adaptación de una famosa novela de Roald Dahl del mismo nombre, que ya conoció una versión de animación en 1989. La historia de Sofía y el gigante del que se hará amiga, descubriendo así un mundo desconocido, está tratada como un puro cuento de hadas, un producto destinado descaradamente a un público infantil. Mucho se la ha comparado con E.T., puesto que el guión de ambas es de Melissa Mathison (que falleció tristemente al final del rodaje de esta cinta), pero sin duda el referente más cercano sería Hook, aunque con menos dosis de aventura. En cualquier caso, sí que hay un ambiente ochentero en la cinta, de película que uno veía de pequeño y se sentía encantado, aunque ese recuerdo sea el mayor atractivo de la cinta visionándola de adulto. 
El problema es que se estrena en 2016, con un público infantil bastante distinto del que nos encontramos hace ya más de treinta años. Acostumbrados a vertiginosa y aparatosa acción rodeada de muchos personajes y paisajes, no resultaría raro que se aburrieran ante la propuesta de Spielberg. No hay nada malo en apostar por la simpleza  y el infantilismo de un cuento de este tipo, pero que la película se extienda hasta casi 120 minutos es a todas luces excesivo. Sin apenas espíritu aventurero o conflictos, la cinta se torna alargada y hay decisiones narrativas extrañas ante las que uno no se siente demasiado emocionado. Resulta extraño que un narrador tan capacitado como el director nacido en Ohio fracase de manera tan pronunciada en este apartado, tal vez debido a haberse quedado anclado en una fantasía ya a día de hoy arcaica y un excesivo respeto al material que adapta.

Pero Spielberg no es nuevo en esto y por supuesto, hay cosas de lo más interesantes en la película, empezando por el apartado visual. No es casualidad que esta sea la única ocasión en toda su carrera, junto a Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio, en la que rueda en digital y no en celuloide. Y es que la presencia de actores de carne y hueso es puramente testimonial: Mi amigo el gigante es una película de animación en su espíritu, y aunque no muestra un despliegue tan virtuoso como en la adaptación del cómic belga, sí que hay una buena colección de inspirados recursos dentro del estilo, como los planos secuencia imposibles, o un humor basado completamente en el gag visual. También acompaña de manera acertada la banda sonora de John Williams, que perfectamente podría ser una de sus composiciones para Harry Potter sin los famosos leitmotivs, pero que ambienta a la perfección y resulta muy agradable de escuchar.
También se crea una entrañable relación entre los dos personajes protagonistas, en gran parte gracias a una estupenda interpretación, esta vez recubierta por el CGI, de Mark Rylance. Tras ganar el Oscar por El puente de los espías, de nuevo se destapa como lo mejor de la cinta, con un trabajo vocal excelente y una recreación visual magnífica, con unos efectos que han mantenido la esencia del propio Rylance. A su lado, la pequeña debutante Ruby Barnhill aguanta el tipo, mientras que otros actores como Rafe Spall o sobre todo Rebecca Hall se encuentran de lo más desaprovechados.

Así, nos encontramos ante una de las películas menos interesantes de su director, un cuento en su más pura esencia (cualquier atisbo de mitología gigante o de profundidad narrativa se corta en el acto), de enseñanzas tópicas (afrontar la madurez) que termina por hacerse algo plomizo. Pero también es una cinta entrañable, muy interesante desde el punto de vista técnico y visual, y con un Mark Rylance magnífico. Esperemos que Spielberg vuelva terrenos en los que parece más interesado y apto en la actualidad para volver a ver su mejor rostro. 


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