Social Icons

viernes, 29 de mayo de 2015

Críticas: Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia

8/10
En duva satt på en gren och funderade på tillvaron (Suecia-Alemania-Noruega-Francia, 2014)
Dirección y guión Roy Anderson.
IntérpretesHolger Andersson, Nils Westblom, Charlotta Larsson, Viktor Gyllenberg, Lotti Törnros.
Música original: Hani Jazzar, Gorm Sundberg.
FotografíaLaust Trier-Mørk.
MontajeAlexandra Strauss.
Idiomas: Sueco, inglés.
Duración: 101 minutos.


Máscara de amargura

Por Sofia Pérez Delgado
El director sueco Roy Andersson comenzó en el año 2000 una trilogía metafísica sobre el ser humano con Canciones del segundo piso, a la que seguiría La comedia de la vida (2007), y que llega a su punto y final con Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, ganadora del León de Oro en el último Festival de Venecia. El nuevo siglo hizo que Andersson tomara plena consciencia de la apatía de los hombres y las mujeres en el mundo moderno, algo que parece asociarse sobre todo con el carácter nórdico, y que el director no solo acepta, sino que lo lleva hasta sus máximas consecuencias. Su última película es un drama, pero cargado de humor grotesco, en el que los impasibles personajes se cuestionan sobre el motivo de su infelicidad, sin poder hacer nada para cambiar la situación. 

El filme comienza, de manera muy elocuente, con tres encuentros con la muerte, toda una declaración de intenciones con respecto al concepto que tiene Andersson de la fragilidad de la existencia. A partir de ahí, y alternadas con momentos aparentemente anecdóticos, seguiremos las andanzas de una pareja patética de vendedores de artículos de broma, hastiados, deprimidos, pero que solo quieren que “la gente se lo pase bien”. Tanto ellos, como sus clientes y quienes les rodean, sufren el síndrome del payaso triste (recalcado por el pálido maquillaje, dando como resultado un desfile de rostros fantasmales), es decir, los efectos de una alegría artificial que acaba por superarnos. Resulta del todo irónica la frase que les dice una mujer que va a amenazarles si no le pagan lo que le deben: “No les quedarán ganas de reír”. Cómo si alguna vez hubieran tenido ganas de hacerlo. 

Todos los personajes sufren un estatismo físico, que no se rompe ni al bailar (¡flamenco!) o al cantar (el momento musical en los años 40 es deslumbrante), ya que se trata casi de figuras de cartón piedra, que miran a la cámara, y recitan monólogos faltos de sentimiento. La parálisis también es emocional: todos dicen insistentemente al teléfono, “Me alegro de que todo te vaya bien”, sentencia que automáticamente tienen que repetir, como si su interlocutor no les entendiera la primera vez; esa afirmación no es creíble, no por desconfianza, sino por escepticismo con respecto a un estado de prosperidad anímica. La repetición, por su parte, es una constante que representa el ciclo de indiferencia en el que se encuentran la mayoría de las personas, y que solo trascienden los niños, los cuales aun poseen la espontaneidad que se pierde en la madurez.

Anderson traslada el estancamiento también al aspecto visual de la cinta, con una radical utilización de la cámara fija (la ausencia de movimientos es total), que ha servido de referencia directa de realizadores europeos jóvenes como Dietrich Brüggemann (Camino de la cruz). Un trabajo que requiere un proceso muy importante de composición, pero que también goza de libertad con respecto a las exigencias del montaje. Teatralidad y artificio se unen así en un conjunto de tableaux vivants, frontales, que heredan el tono poético y melancólico de la vida urbana que caracterizaba los cuadros de Edward Hopper. Y lo hacen de manera mucho más efectiva y palpable que otras películas que han pretendido captarlo forzadamente, siendo el ejemplo más evidente Shirley. Visiones de una realidad. Andersson además presenta personajes despojados de cualquier encanto, algo que le emparenta con el finés Aki Kaurimäki (otro heredero de Hopper), así como con el austriaco Ulrich Seidl, del que, sin ser tan retorcido, se reconoce su inclinación por el esperpento. 


Si uno se queda solo en la superficie, Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia es una sucesión de estampas dentro de un ejercicio estético hueco. Pero si se logra trascender el disparado engranaje, y ver más allá de la meticulosa puesta en escena, se descubre una lúcida fábula sobre la tristeza y la soledad. Andersson entiende su visión desencantada del presente como consecuencia directa de las acciones del pasado (las críticas a la monarquía o el colonialismo son feroces), que a veces se manifiesta como un recuerdo, y otras convive con la época actual, y que es, en definitiva, la carcasa que está impidiendo que el ser humano sea feliz. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
 
Blogger Templates