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miércoles, 4 de noviembre de 2020

Crónicas: Seminci 2020 (II)

Por Paulo Campos 


Es desde el domingo cuando el Calderón se convierte en la casa de la prensa durante las mañanas, es desde el domingo que Don Carlos Pumares llega todos los días el primero, a eso de menos cuarto, y repite TODOS LOS DÍAS, aquello de “mi asiento es en la fila seis que es la ocho” (las dos primeras son A y B) a la amable acomodadora. Un clásico (este año lo escuché protestar poco). Así que empezó la canadiense Puppy Love a abrir fuego en la sede del festival. Se trata de una especie de Forrest Gump de los barrios bajos, que desde el jacuzzi de una piscina pública, cuenta como un discapacitado psíquico se enamora de una prostituta y de cómo logra salir adelante en una mundo plagado de droga, chusqueros narcos o un hermano que le mola eso de estampar caras ajenas. Tiene un toque a ensoñación y un humor acertado, pero poco más. Y dos interpretaciones desequilibradas, si bien Hopper Penn (hijo se Sean, sí) está estupendo y creíble, Paz de la Huerta está insufrible en su papel de prostituta morritos. Michael Maxxis, director, dice que su película es un 83% basada en hechos reales y el resto inventada y exagerada, espero que en ese 17% esté la interpretación de esta señora. Después de la inmersión en los bajos fondos, Vadim Perelman nos traía una sobre el Holocausto. Este hombre, la alegría de la huerta, ya nos trajo la depresiva House of Sand and Fog hace unos años, ahora os cuenta en Persian Lessons como un joven judío se inventa una nacionalidad persa para salvarse, que le vale para que un oficial alemán quiera aprender el farsi. La película, académica como ella sola, se basa en como el chaval se inventa el idioma y el pavo del alemán traga con todo. Si compras la premisa, pues hasta puedes disfrutar de la película. Si no, se hace bola fijo. Pero vamos, si la peña compró la de La vida es bella, creerte que una alemán que quiere viajar a Teherán no sabe que se la están colando con un simple “hola” en farsi, pues mira, da gusto ver el nivel de ingenuidad que llegas a tener. La peli tiene pinta de esas que si Alemania las escoge puede hacerse un hueco entre las nominadas al Oscar (no este año, que ya no entra). Sobre todo, porque Nahuel Pérez Biscayart (el nuevo Daniel Brühll) lo da todo en varios idiomas.

El lunes no tuve mucho trabajo. Se pasaban en sección oficial la israelí Here We Are y la india The Discipleque ya había visto en la plataforma de Toronto, y la verdad es que no tenía demasiado interés en repetir visionado. Si queréis saber mi opinión sobre ellas, lo tenéis en los post dedicados al festival canadiense. Lo que sí sospeché desde que vi anunciada en el programa la israelí, es que aquí había unos claros candidatos a mejor actor: o bien al papá Shai Avivi, al hijo Noah Imber o un ex-aequo para ambos. ¡Ay, si hubiera apostado!. De la india, que parecía que era la segunda venida de Cristo en Venecia, no habló nadie. Pasó más desapercibida que la hija pequeña de Rocío Dúrcal por la televisión española.

La gran sorpresa del festival llegó el martes al Calderón. Se trata de la película de animación de Aurel sobre Josep Bartolí, titulada Josep, y que nos cuenta como tras perder la Guerra Civil española los republicanos, anarquistas, perdedores de la contienda huyen a Francia donde son recluidos en campos de concentración y maltratados hasta el extremo en una de las vergüenzas francesas del pasado siglo. Acompañada magistralmente en la música por Silvia Pérez Cruz, a la que hay que ponerle uno o dos pisos por existir, es una emotiva historia de pérdida, donde el color protagoniza la vida del dibujante y que conforme los va utilizando, más confianza adquiere en si mismo; y con la ayuda de un gendarme francés (porque aún quedaba de aquella gente que merecía la pena) huye a México para seguir viviendo rodeado de arte, como Frida Khalo, y para que aprendamos nosotros que mirando hacia atrás con memoria es la única forma de asegurarnos un futuro mejor. Enseguida se convirtió en mi favorita para aparecer en el palmarés. Esa misma mañana me salté la proyección de la húngara Preparations to be together for a unknown period of time, que lo pongo en inglés porque no creo que tenga en el teclado tantas consonantes como para poner el título en idioma magiar (lo que aprende uno viendo deportes en la tele). La peli, dirigida por Lili Horvát, era otra que ya había visto en Toronto, y no me había entusiasmado. Eso sí, contaba con que la actriz sería una de las claras favoritas a premio, así que aprendía a escribir Natasa Stork por si acaso. Y sí, sería merecido, era lo mejor de la peli a la que remito mi crítica en el especial del festival canadiense.

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