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domingo, 27 de agosto de 2017

Críticas: La seducción

8/10
The Beguiled (Estados Unidos, 2017).
Dirección y guión: Sofia Coppola.
Intérpretes: Stephen Dorff, Elle Fanning, Chris Pontius, Michelle Monaghan, Kristina Shannon, Karissa Shannon, Alden Ehrenreich, Lala Sloatman.
Guión: Sofia Coppola, sobre la novela de Thomas Cullinan.
Música original: Phoenix.
Fotografía: Philippe Le Sourd.
Montaje: Sarah Flack.
Idiomas: Inglés, francés.
Duración: 93 minutos.


Sombras de un seductor

Por Alberto Gallardo


La sexta película de Sofia Coppola ha llegado a las pantallas españolas tras un triunfal paso por Cannes, donde el jurado presidido por Pedro Almodóvar le concedió el premio a la mejor dirección, además de otorgar un premio especial a su protagonista, Nicole Kidman, por su trabajo en este y otros dos filmes de la selección oficial.

En efecto, si La seducción destaca por algo es por el inconfundible sello de su realizadora, que aparca aquí sus conocidas fugas pop para centrarse en otras de sus facetas conocidas como el gusto por el perfección del encuadre, el cuidado extremo del apartado artístico (el vestuario, la fotografía y la música son pura delicatessen) y los relatos de mujeres atrapadas en limbo físico y emocional.
Sorprendía desde la preproducción que Coppola apostara, tras su sonado tropiezo con la irrelevante The Bling Ring, por un remake de El seductor de Don Siegel que mantiene la acción en una escuela femenina en territorio confederado, a la que llega un soldado yanqui malherido (en aquella Clint Eastwood, aquí Colin Farrell).

El tono seco de western y la atmósfera sexualizada y malsana del filme de Siegel, es sustituido aquí por un delicado retrato de pulsiones eróticas y emociones reprimidas, que traslada el punto de vista central a sus personajes femeninos. Elimina además, en aras de una mayor sutileza, el discurso interior de las protagonistas y renuncia al epílogo moralizante del film del 71.

Algunos espectadores han citado la reciente Lady Macbeth (William Oldroy, 2016) para trazar paralelismos o establecer comparaciones, pero la intención de Coppola dista del relato de autoafirmación feminista, o mejor dicho, lo trasciende para alinearse con el grueso de la filmografía de la directora, en su plasmación de la confusión emocional en plena estación de paso.
Es en concreto el personaje de Kirsten Dunst, actriz fetiche de la directora, el que ejemplifica el perfil predilecto de la heroína en toda su obra: presa por un lado de un pasado doloroso y víctima en su encierro de un ambiente de represión moral que actúa de insidiosa barrera frente a las convulsiones del exterior. Las conexiones son claras por tanto con el rol de la propia Dunst en la inolvidable Las vírgenes suicidas o incluso en la discutida Maria Antonieta.

Coppola se ha reencontrado con su mejor cine gracias a un proyecto de apariencia menor y convencional, que pone su sello de estilo al servicio de una historia que ha sabido arrastrar a su terreno. Y es ahí, en la intimidad de un encuentro nocturno, en las cómplices miradas de una cena con final accidentado o en el simbolismo de un pañuelo atado a una reja, donde reconocemos a una directora en pleno dominio de su talento.



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