Estamos ante una de las películas más locas que haya visto en años. En el momento en el que Marvel ha puesto en boca de todos el concepto de “multiverso”, llega una película “pequeña” que lo lleva todo cinco pasos más allá que Kevin Feige y sus secuaces.
Explicar la trama de la película es una labor casi imposible, es todo loquísimo, y básicamente uno no sabe qué diablos le están contando hasta la recta final de la película. Por ello, es fácil que más de un espectador, entre los que me incluyo, se pierdan por el camino. Porque la cosa empieza bien, con mucho ritmo y bastante gracia. Luego todo se va de madre y cuesta seguir el hilo con un poco de coherencia, aunque probablemente eso ya estaba en los planes de sus creadores. Y ahí seguimos, instaurados en la locura durante buena parte de su metraje hasta que llega un final excesivamente edulcorado y convencional que no está a la altura de la locura que es la película. Aunque tiene sentido intentar aportar algo de cordura al final, los que no conseguimos congeniar con la película tenemos la sensación de que intentan vendernos la moto y engancharnos a cinco minutos para el final, pero ya es tarde.
Y es que estamos ante una película que no me extrañaría que acabase siendo de culto, al igual que no me extrañaría que nadie la recordase en tres meses, pero eso es lo que conlleva el riesgo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario