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lunes, 16 de abril de 2018

Críticas: Un lugar tranquilo

4/10
A Quiet Place (Estados Unidos, 2018).
Dirección: John Krasinski.
Intérpretes: NJohn Krasinski, Emily Blunt, Noah Jupe, Millicent Simmonds, Cade Woodward, Evangelina Cavoli, Ezekiel Cavoli, Doris McCarthy.
GuiónScott Beck, John Krasinski, Bryan Woods.
Música original: Marco Beltrami.
Fotografía: Charlotte Bruus Christensen.
Montaje: Christopher Tellefsen.
Idiomas: Inglés, lengua de signos americana.
Duración: 90 minutos.


La familia ante todo

Por Sofia Pérez Delgado

Ya es normal que cada temporada llega a las pantallas estadounidenses, y más tarde a las nuestras, la nueva revelación del cine de terror de este siglo. Lo que muchos no esperarían es que detrás del éxito más reciente esté el actor John Krasinski en su tercer trabajo como director, ya que sus dos primeras películas, Entrevistas breves con hombres repulsivos (2009) y Los Hollar (2016), sin ser desdeñables, pasaron bastante desapercibidas. Sin embargo, su nuevo trabajo, Un lugar tranquilo, ha reventado la taquilla de su país (siendo el tercer mejor estreno de la historia en su género) y conquistado a la crítica. La historia ante la que nos encontramos empieza en un punto ya muy avanzado: vemos a una pareja con tres hijos pequeños que trata de sobrevivir en un pueblo abandonado en el que no se oye nada, ningún ruido. ¿Qué ha pasado? Pocas dudas se van a resolver en un filme con ecos del M. Night Shyamalan de Señales (2002) o El bosque (2004), especialmente en contraste con esta última; ya que si en aquella los “monstruos” aparecían para proteger un tipo de existencia en proceso de desaparición, lo que hace Krasinski es obligar a los personajes a volver a un estado rudimentario, casi semiprimitivo, para protegerse de los extraños seres que les rodean. Pero al mismo tiempo eso reforzará las relaciones y los sentimientos que existen entre ellos.  

Un lugar tranquilo hace de su obligado silencio, que queda reflejado en la sorprendente falta de diálogos, su principal elemento a explotar; pero, sin embargo, la propuesta se traiciona a sí misma constantemente: en primer lugar, por la utilización de la banda sonora estridente y omnipresente de Marco Beltrami, que describe cada uno de los movimientos (como podría hacerse en una película muda), y que reduce la posibilidad de experimentar los detalles sonoros (el hecho de que la hija de la familia no pueda oír parece que solo tenga importancia al principio) y de cuidar la importancia de dejar respirar la música en los momentos de tensión. En ese sentido, la cinta, que quiere apelar a un de terror atmosférico, recurre de forma constante y cansina a los baratos efectos bruscos de sorpresa (o de generar un vuelco al corazón en el espectador). Además, también falla en su solo aparentemente hábil uso de la elipsis: según parece, Krasinski revisó el guion y eliminó los flashbacks del original, lo cual denota una personalidad que se agradece. Pero la decisión de dividir la narración en tres días diferentes bien señalizados, uno que sirve como prólogo y los otros dos casi consecutivos, no acaba de resultar justificada y acaba siendo bastante gratuita a la vista de resultado total. 
Todo ello no obstante podría pasarse por alto, o al menos tolerarse, si al menos la descripción de personajes fuera novedosa o diera algún viraje al género. Pero Krasinski deja en evidencia unas ideas conservadoras que ya se apreciaban desde su guion de Tierra prometida (2012), de Gus Van Sant, cuyo moralista mensaje nos lo volvemos a encontrar aquí. Krasinski y Emily Blunt, matrimonio en la vida real, interpretan de la misma manera unos progenitores que, ante la inminente llegada de un nuevo hijo, se vanaglorian de cuidarles por encima de todo (las pocas frases que se enuncian, todas sobre el amor, el perdón o la culpa, son grandilocuentes y afectadas), incluso en esas circunstancias tan extremas. Pero este alegato a la familia tradicional genera una pregunta más ambigua: ¿no es bastante egoísta en primer lugar concebir, y más tarde traer a un hijo a un mundo postapocalíptico y pesadillesco, sabiendo de primera mano las consecuencias que eso puede traer para todos? Así, algunas de las escenas más tensionales del filme dejan con la sensación de que los propios protagonistas se han buscado esa situación. 

Krasinski por tanto se vale del miedo para volver a hablarnos de lo que le interesa: el poder de los lazos familiares y la importancia de la unión y la protección entre todos los miembros. Mientras, el trasfondo terrorífico se queda en lo tópico y artificioso, por lo que la (¿inevitable?) secuela de la que ya se habla y que pronto podría ponerse en marcha parece un alargamiento redundante de un fenómeno que debería quedarse en anecdótico y cuya trascendencia, por mucho que se quiera alabar, es más bien limitada.  


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