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domingo, 2 de mayo de 2021

Relatos: Se apagan las luces

Por Víctor Garijo Serrano 



CAPITULO 1 – SE APAGAN LAS LUCES

Conductor en la funeraria Qué breve es la vida, Juanma cumplías los cincuenta y seis, y «sí, Arancha, ya te he alcanzado», le dijiste al despedirte a tu esposa esa mañana. A su vera estaba Granos meneándole el rabo, con la boca abierta y la lengua cayéndose a un lado. «Estas mayor», le dijiste acariciándole la nuca y te fuiste. Sereno y con tu fedora y la gabardina en la mano.

            Tres horas después tú móvil sonó: lo atendiste y era tu hijo, «mamá está muerta», interrupción para absorber el moco que le caía y, «se ha electrocutado, en el baño», otra vez el moco, «puto calefactor de...». La mamá se suicidó. El cáncer de pulmón no iba a decir cuándo la tendrían que enterrar; no; Arancha, no era de las que agachan y obedecen.  Pero el hijo ni sabía que la madre estaba enferma. «Será nuestro secreto, ¿vale, Granos?», y ni al marido se lo dijeron.

            —¡Qué breve es la vida, Granos! dijiste a tu perro esa misma noche.

            Muchos dirían que el perro te quería hablar pero los perros no nos engañemos, son parcos en palabras, y hasta en ladridos a esos años, y Granos solo te miró fijamente cuando te sentaste en el sillón porque tenía la costumbre de tus caricias.

—¿Y qué haremos ahora que Arancha ya no está? Dime, feo, ¿eh? Entrecerraste los ojos y el can hizo algo extraordinario.

Se alzó sobre sus dos patas traseras, y grande como para rascarte el cogote, apoyando las patas delanteras sobre el estante de los grandes clásicos, hurgó con el hocico hasta coger el estuche que quería; y te lo llevó, agitándote el rabo, orgulloso.    

—¿Nos vemos Casablanca? ¿Me quieres decir eso, Granos?.

  Granos no se pronunció al respecto, recalco que a su edad los perros son  parcos, pero te dejó la caja sobre el muslo y qué ibas a hacer sino.




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