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martes, 5 de mayo de 2020

Críticas: El hombre invisible

4/10
The Invisible Man (Estados Unidos, 2020).
Dirección: Leigh Whannell.
Intérpretes: Elisabeth Moss, Storm Reid, Harriet Dyer, Aldis Hodge, Oliver Jackson-Cohen.
GuiónLeigh Whannell, sobre la novela de H.G. Wells.
Música original: Benjamin Wallfisch.
Fotografía: Stefan Duscio.
Montaje: Andy Canny.
Idiomas: Inglés.
Duración: 124 minutos.


El guion visible

Por Manuel Barrero Iglesias


Hablábamos hace unos meses de la pérdida de encanto que suponía la sustitución de lo esotérico por lo tecnológico en la última versión del Muñeco diabólico (Lars Klevberg, 2019). Los tiempos modernos mandan y también el nuevo hombre invisible recurre a la tecnología para ocultarse ante los ojos del mundo. Otra vez, se pierde la magia que poseen versiones anteriores en favor del frío y (supuestamente) más veraz dispositivo técnico. Un "realismo" también buscado en la manera de construir el terror, que tiene en su parte inicial los momentos más aterradores. Whannell consigue en esos primeros minutos crear tensión de manera admirable gracias a una precisa puesta en escena.

Además, el autor aprovecha para enlazar con un tema de actualidad, dando todo el protagonismo en la trama a la violencia de género. De manera muy pertinente, el film habla sobre las dificultades que encuentra una mujer para ser creída a la hora de denunciar abusos por su pareja. Muy especialmente, si el individuo en cuestión es un miembro respetado de la comunidad. Encontramos ciertas similitudes con Acero azul (Kathryn Bigelow, 1989), en la que a una sufrida Jamie Lee Curtis le costaba lo suyo hacerse oír ante el acoso del psicópata que la atormentaba. 
Pero como ocurría en aquella, la credibilidad de El hombre invisible también queda por los suelos debido a un guion con demasiados agujeros. Whannell se le va la mano a la hora de buscar el impacto en forma de giros de guion. Demasiados trucos baratos en una historia que acaba dinamitando esa búsqueda de lo real que también había encaminado en sus primeros compases. Así, el efectismo mal entendido acaba imponiéndose ante la elegancia y sutileza apuntadas al inicio.

Una película que será recordada por el buen hacer de una entregada Elisabeth Moss que se enfrenta con rabia a la nada, pero que desaprovecha la oportunidad de convertirse en un pequeño clásico para entregarse a los brazos de la aparatosidad y los fuegos de artificio.



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